Hacía años que tras la conclusión de cualquier edición festera, no se generaba tanta controversia en torno a la necesidad de tomar medidas ante la sombría deriva futura de nuestra celebración. Que muchos de esos titulares serán olvidados en pocas semanas, no les quepa duda. Pero es cierto que se atisba una cierta, deseada y forzada conciencia colectiva de que “algo hay que hacer”.
Por ello, en las próximas semanas iré recuperando algunas impresiones sobre aspectos generados en estas fiestas, e intentar aportar elementos de reflexión. Y voy a iniciar este recorrido por una de las facetas más mimadas a nivel institucional de nuestras hogueras, y poder comprobar como ese paternalismo no ha impedido restañar la crisis que expresan; nuestras belleas y damas de honor.
Envueltos en mil y un actos -en no pocas ocasiones prescindibles-. Capaces este año de alterar el discurrir natural de nuestro ejercicio festero, hasta provocar en esta nueva singladura un caos interno sin precedentes, lo cierto es que bastaba un sencillo recuento en la presencia de nuestras representantes en el pasado junio, para poder atisbar la creciente dificultad en encontrar jóvenes y, sobre todo, niñas, que ocupen estos cargos.
Vayamos al ámbito de las comisiones adultas. La crisis en la presencia de damas de honor se percibe con facilidad al comprobar como 21 de los 89 distritos de 2022 carecía totalmente de ellas, y otros 18 solo contaban con una. Es cierto que 15 albergaban entre 3 y 6, por encima de los habituales, pero lo mollar es que en más de un 40% de los distritos esta carencia es ostentosa.
Paradójicamente, más grave es el problema en el seno de las comisiones infantiles, donde todos sabemos que buena parte de su joven censo lo componen niñas que esperan pacientemente su turno para cumplir su ilusión de ser bellea infantil.
Pues bien, nos encontramos con 19 distritos sin dama alguna y otras 19 con una sola, contra siete que albergan 3 o más damas. Sin embargo, la crisis es más flagrante al comprobar como hasta cinco de estas comisiones careció de belleza infantil -una de ellas, curiosamente, sí disponía de damas-.
Algo está fallando ¿Estamos sobreprotegiendo un modelo que muestra sus crecientes fisuras? ¿Estamos abocados a una progresiva disminución en la presencia de las damas de honor? Me temo que las aguas de la fiesta caminan en este sentido, y en esas circunstancias no hay nada que pueda detener su curso.
Y ello es significativo, ya que es cierto que dichas carencias se producen, sobre todo, en las comisiones más modestas de la ciudad. Sin embargo, cada vez es más habitual observar y asumir dichas lagunas en otras hogueras de mayor envergadura.
Pensando que estos ciclos no tienen ya deriva, y que poco a poco irán alcanzando una mayor representatividad, no puedo por menos que expresar mi sorpresa ante manifestaciones municipales, sugiriendo posibilitar ayudas económicas a nuevos foguerers a la hora de adquirir su indumentaria. Espero que dicha afirmación se detalle al completo, pero estamos hablado de ofrecer dinero público a la hora de adquirir lo que no deja de ser un lujo, algo que creo que merece una mirada muy atenta.
Si se quiere ayudar a los indumentaristas de la ciudad ¿No sería más valioso establecer unos cursillos para lograr nuevas modistas que prolonguen la profesión y, con ello, aliviar la falta de mano de obra en esta vertiente tan necesaria? Siempre con el oropel; pocas veces con la entraña de los problemas…