Juntar a más de 2.000 empresarios un jueves por la tarde (ya de noche) para concentrarse contra los agravios del Gobierno contra Alicante es toda una hazaña. Primero porque el empresariado es más bien tímido y segundo porque no somos una provincia especialmente reivindicativa en ningún asunto: "No m'hen fotis".
La Cámara de Comercio presidida por Carlos Baño ha demostrado su músculo y su auténtica representatividad en el marco empresarial de la provincia. No en vano, representa a las pequeñas y medianas empresas más que a las grandes compañías en una provincia donde éstas últimas se cuentan con los dedos de dos manos.
A estas alturas da igual el pulso entre la Cámara y la CEV para convocar o desconvocar la protesta, las presiones de la Generalitat para no enfadar a Pedro Sánchez a escasos meses de las elecciones autonómicas y municipales, los intentos del Gabinete de Puig para borrar a la propia Cámara o a la Diputación de las fotos.
La protesta del jueves acreditó, nuevamente, el desgaste del Botánico en la provincia de Alicante. En los casi ocho años del Gobierno de Puig, Alicante ha aportado al conjunto de la nación muchísimo más de lo que nos ha sido devuelto en inversiones. Desde que llegó el AVE y se concluyó la ampliación del aeropuerto Miguel Hernández, nada de nada.
Pero ¿es suficiente esta certeza? Pese a los esfuerzos del empresariado dudo mucho que el conjunto de la población, los electores, sean conscientes de las oportunidades perdidas por estos años de falta de inversiones. Bastante tiene el ciudadano de a pie con pagar la hipoteca, la factura de la luz y el crédito del coche o la gasolina como para preocuparse de infraestructuras ferroviarias o nuevas carreteras.
Tengo muchas ganas de que llegue la campaña electoral para ver cómo la izquierda de la Comunidad Valenciana vende sus supuestos logros. Aquello de "coser" las heridas y brechas de la región de la que tanto alardeaba Ximo Puig en sus primeros años en el Palau.
Una cosa es cierta. El Botánico ha logrado cambiar la "etiqueta reputacional" de la Comunidad Valenciana más allá de sus límites territoriales. Ya nadie fuera de la región piensa en la corrupción cuando le hablan de nuestra autonomía. Y es que simplemente no se piensa en nuestra región, nos hemos convertido en invisibles como lo demuestran los Presupuestos Generales del Estado, la lenta aniquilación del trasvase Tajo-Segura o los continuos retrasos del Corredor Mediterráneo.
Pero en mayo no sólo se la juega Puig, se la juega Pedro Sánchez. Con Galicia y Andalucía ya de color azul intenso; con Madrid camino de consolidarse como el bastión de Isabel Díaz Ayuso; el único éxito del PSOE puede ser ganar la Comunidad Valenciana. A ver qué pasa.