No, no me voy a referir al acto que se va a celebrar esta noche, en el que el canal autonómico À Punt ha reculado en su menosprecio a nuestras Fogueres. Aunque pueda parecer increíble, hubo en el pasado una fecha más insólita que la de hoy para efectuar el festival de elección de la bellea del foc. Nos remontamos para ello a 56 años atrás. En concreto, a 1966. 

En aquellos años -aunque no siempre- este acto se desarrollaba en el Teatro Principal. Hasta allí discurrían en pequeño desfile las distintas comisiones desde el ayuntamiento, por lo general en la mañana del primer domingo de junio. Estábamos en un ámbito -salvo en 1968 y 1969- con menos de treinta comisiones, y puede decirse que el colectivo foguerer cabía -un poco apretado, eso sí- en nuestro principal coliseo.

Pero hete aquí que llegada la fecha prevista del domingo 5 de junio, el presidente de la Comisión Gestora y también delegado artístico de la misma, Tomás Valcárcel Deza, contrajo enfermedad, lo que impidió desarrollar el festival en su jornada acostumbrada. Pero es que dicha circunstancia se prolongaría a la semana siguiente, descartándose el domingo, 12.

1966. Estampa en el festival de elección de la bellea del foc.

1966. Estampa en el festival de elección de la bellea del foc.

Por el contrario, la cercanía de las fiestas era imparable, más allá de la incapacidad de aquellas hogueras de funcionar al margen de la égida de Valcárcel. La cartelería y los programas de mano habían salido a las calles, e incluso la tarde del 18 de junio se inauguraba la Exposición del Ninot, en los bajos del edificio Alonso -en obras- ubicado en la Rambla, muy cerca de la Torre Provincial.

Lo curioso del caso es que con las hogueras a punto de salir a la calle -entonces la plantà se celebraba la noche del 21 de junio-, la apertura de la entonces poco cuidada muestra de ninots era presidida por la bellea del foc 1965 -Mª. Rosario Álvarez Tardón-, en el que sería su último y tardío acto oficial.

Finalmente, la mañana del 19 de junio de 1966, el Teatro Principal servía como escenario del festival titulado “Brisas levantinas” donde entre estampas y cuadros plásticos era elegida Mª. Carmen Martínez Baños como bellea del foc de aquel año, segunda de las tres consecutivas que obtendría el distrito de Calderón de la Barca, entonces presidido por Vicente Más Iborra.

En aquel tiempo aún no existía el acto de proclamación, y las bandas fueron impuestas a las representantes elegidas al final del festival. La revista oficial salía a la venta con una página separada -parecía un suelto de publicidad- en la que se incorporaban las fotografías de las recién elegidas. Unas sesenta horas después, Mª. Carmen presidía desde el balcón del ayuntamiento el pregón que pronunciaba el teniente de alcalde Gaspar Peral Baeza.

Esta anécdota evoca la innata tendencia a la improvisación que registraban les Fogueres. También, la excesiva, paternalista y, por momentos, asfixiante dependencia que su conjunto dependía de una sola persona. Ha pasado más de medio siglo desde entonces, y nuestra celebración se ha engrandecido considerablemente. Pero, en ocasiones, parece que circunstancias y dependencias como estas se reiteran. Como diría el Nick Carraway de El gran Gatsby: “Somos como barcas contra la corriente, arrastrados incesantemente hacia el pasado”