Entre la larguísima andadura de la Exposición del Ninot -iniciada en 1940- se encuentran insertas numerosas anécdotas, que hablaban sobre todo de la improvisación que definía esta concurrida cita anual. Es más, sigue habiendo años -por fortuna, solo cinco- en los que desconocemos que ninots se salvaron del fuego y que artistas fueron sus artífices, aunque con posterioridad se perdieran definitivamente.

Me refiero hoy a algo que sucedió en 1988, cuando ya existía cierta dignificación en esa muestra y, lo que es más importante, ya se encontraba instaurada -desde al año anterior- la derivada Exposición del Ninot Infantil. Aquel año, en que les Fogueres celebraron de manera muy tímida el sesenta aniversario, y que supuso una edición magnífica a todos los niveles, estas exposiciones se celebraron por vez primera, de manera conjunta, en el Palacio del Conde de Lumiares, donde actualmente se ubica el Mubag.

En aquella ocasión me responsabilicé del montaje de la muestra infantil, que se situaría en la sala derecha de su entonces diáfana planta baja. No tengo datos concretos, pero aquellos años participaban aproximadamente la mitad de las 64 fogueras infantiles aquel año constituidas -aún existían distritos sin comisión infantil-, entonces se estaba aún sin normalizar esta presencia.

Pese a esa menguada participación, lo cierto es que la muestra albergaba interés y encanto. Conviene recordar que aún no existían premios a los mejores ninots de cada categoría, que serían instaurados un par de años después precisamente para incentivar el interés en la incorporación de grupos, como así se produciría.

Es más, aún deberían pasar varios años hasta recuperar el cobro de la entrada-voto. Aquel año, concretamente, la papeleta de voto se obtenía comprando un popular diario local, ya que la entrada era libre ¿Y qué sucedió? Que la comisión de Ciudad de Asís andaba escaldada por lo que ellos consideraban como un auténtico robo de la figura que obtuvo el Ninot Indultat de 1987, sobre la que ellos presentaron. No les faltaba cierta razón.

Dicho y hecho, no dudaron en engordar la urna con cientos de cupones que votaban por el ninot de su pequeña foguera; un horroroso muñeco de nieve que recuerdo no tenía ni base. Simplemente un palo que ejercía de sacabuche, y que me obligó a exponerlo encima de un cenicero más o menos simulado.

El caso es que una vez clausurada aquella exposición la tarde del 18 de junio de 1988, al hacer el recuento de votos, el entonces delegado de hogueras infantiles, el llorado Miguel Ángel Fuster, no salía de su asombro al ver que una figura de tan inexistente calidad, la peor allí expuesta, era elegida Ninot Indultat Infantil de 1988, nada menos que por 646 votos, mientras que el grupo presentado por Carolinas Altas -una grupa alicantina espléndidamente ejecutada por Javier Gómez- se tenía que conformar con la segunda posición y 266 votos.

Si puedo evocar aquel hecho es porque al año siguiente, el entonces presidente de dicha foguera lo revelaba públicamente en la prensa, al salvar una figura de la que nunca se conoció su destino -carecía de valor alguno- y de la que incluso no se conserva ninguna fotografía. En esto, creo que el olvido fue en esta ocasión el más piadoso de sus valedores.