Los seres humanos somos bastante malos previendo el futuro: solemos sobreestimar el efecto de las nuevas tecnologías recién descubiertas, pero fallamos estrepitosamente en medir su impacto en el futuro. Eso es lo que nos pasa con la mal llamada Inteligencia Artificial (IA como acrónimo), que como muchos términos importados del inglés, Smart Cities por ejemplo, son una mala asunción de un avance tecnológico.
La IA actual deberíamos llamarla más bien "aprendizaje de máquina" (Machine Learning en inglés), cambiando el término inteligencia por aprendizaje e introduciendo la palabra máquina, ya que en realidad son programas informáticos que en base a unos datos de entrada, utilizan diferentes técnicas matemáticas y estadísticas para producir reglas para la generación de "nuevos datos", o sea, aquello que entienden las máquinas, que son ceros y unos.
Un primer aprendizaje podría ser que todo aquello que se pueda hacer con un ordenador, o sea, que sea interpretable con ceros y unos, tiene posibilidad de ser tratado con IA. Esto incluye escritura, música, imagen, vídeo, voz o juegos digitales.
En los últimos años, la IA ha "explotado" debido a varios factores simultáneos entre los que podrían estar el aumento de la capacidad de cálculo, la gran cantidad de datos (ceros y unos) que hemos almacenado con la digitalización de economía y la sociedad y sobre todo, la inversión económica en conocimiento, start-ups e investigación, principalmente privada y en países concretos (que no son europeos, donde seguimos pensando en regular antes de actuar, como el cuento de si son galgos o podencos).
También podríamos tener otro factor de expansión ha sido la publicación de los algoritmos en abierto a la sociedad para su conocimiento y uso particular (papers, datos, código fuente, etc).
La IA la utilizamos todos los días aunque no lo sepamos: desde que abrimos nuestro mail y se han bloqueado todos los mensajes maliciosos con virus o spam, buscamos una calle en nuestra aplicación de mapas favorita, abrimos cualquier red social o plataforma de streaming, o simplemente buscamos en internet cualquier término en un buscador.
La IA en los últimos años ha vivido un llamado efecto "WoW" (GuaU), ese que nos deja la boca abierta con su último logro: donde hemos visto desde video falso ("Deepfake") de un presidente de los EEUU hablando en un perfecto chino, hasta ver dos humanos virtuales manteniendo una conversación que nadie ha escrito, ya que ha sido creada por ChatGPT. Pero, ¿qué es ChatGPT? (el último ejemplo del efecto WoW). En términos simples, es una página web que puede escribir entradas en lenguaje natural (es decir, humano) y respondernos, pudiendo mantener conversaciones donde se recuerdan tanto las preguntas como las respuestas. Puede redactar un ensayo, un poema, una historia o un discurso, o un programa informático (porque es un lenguaje también).
ChatGPT ya ha entrado en el "salón de la fama tecnológico" como la aplicación que más rápido ha conseguido alcanzar los 100 millones de usuarios (2 meses), y esto sumado al efecto en los meses previos de las "IA Generativas" de imágenes, ha provocado un momento de ludismo contra la IA, tanto de sectores educativos y creativos principalmente, como legislativos y hasta judiciales.
El ludismo fue un movimiento que nació durante la primera revolución industrial en el siglo XIX en Inglaterra, movimiento que promovía el rechazo, hasta la destrucción, de las máquinas telares y la automatización. Menos conocida es la huelga a principios del siglo XX en Nueva York de los ascensoristas contra la implantación del invento del freno automático en los ascensores, invento que hacía inservible su trabajo de vigilancia de la parada manual y alarma de los mismos.
Pero, ¿la IA nos hará más tontos o más inteligentes? Pues mi respuesta es que nos hará más humanos. La IA no puede replicar cualidades humanas como son la empatía, la creatividad, la intuición y el juicio ético, la compasión, la intuición o la capacidad de tomar decisiones éticas complejas en situaciones ambiguas. La IA no entiende lo que produce aunque lo parezca, simplemente lo hace, produce lo que entiende, que son ceros y unos. Además, requiere de una supervisión humana porque no es infalible, tiene errores o imprecisiones y siempre los tendrá.
No debemos prohibir la IA, como prohibimos las calculadoras (o los móviles) en la educación, en vez de integrarlos como herramientas, y convertirnos en luditas del siglo XXI. Es urgente incluir en toda la sociedad programas continuos de alfabetización digital donde se desarrollen las habilidades digitales necesarias para aprender, trabajar y navegar la vida cotidiana en nuestro mundo cada vez más digital. A esta alfabetización debe unirse una capacidad básica para comprender y utilizar datos, sus riesgos y su uso en nuestro beneficio como sociedad.
Necesitamos más que nunca habilidades técnicas de conocimiento de base, ética y filosófica, en esencia, las habilidades prácticas "duras" necesarias para hacer nuestra vida más humana y poder evaluar los resultados de las herramientas IA.
Necesitamos desarrollar más que nunca el pensamiento crítico, saber pensar objetivamente, aprender a analizar problemas o situaciones basados en evidencia (en lugar de opiniones personales, sesgos, etc.), para que podamos construir una comprensión profunda de lo que realmente está sucediendo. Saber hacer preguntas y repreguntas para dar instrucciones a las máquinas, que ya está siendo una habilidad fundamental actualmente (“prompt engineering” se denomina).
Necesitamos usar las máquinas en nuestro beneficio y hacernos más humanos que nunca.
Antonio Sánchez Zaplana, es presidente de AlicanTEC y vocal del Consejo Consultivo para la Transición Digital del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital