Quien tuviese la suerte de escuchar al economista Daniel Lacalle el pasado jueves en Alicante, invitado por el Cámara Business Club, se pudo hacer una idea más o menos concreta de lo que se nos viene encima. Y no por la subida de productos básicos como el aceite, la energía o los carburantes, que no deja de ser algo coyuntural, sino por la deuda estructural de las administraciones públicas. Sobre todo, porque los gobiernos desde la anterior crisis huyen de todo lo que signifique la impopular contención o austeridad, que es precisamente lo que logró frenar aquella crisis.
A finales de esta semana hemos sabido que la deuda de la Comunidad Valenciana que dejaron los sucesivos gobiernos de Ximo Puig entre el PSPV-PSOE y sus socios nacionalistas y podemitas asciende ya a 57.246 millones de euros y supone un 43% del PIB de la región. La segunda más alta de España.
Decía Lacalle en Alicante que lo que va a hacer de esta crisis inflación algo persistente no tiene que ver ni con pandemias, ni guerras, ni la ruptura de la cadena de suministros. Lo que va a hacer que sigamos muchos años perdiendo capacidad de poder adquisitivo es la desaforada capacidad de los bancos centrales, obedeciendo órdenes políticas, de imprimir más y más dinero alejando cada vez más la economía real de la economía financiero-política.
¿A qué les recuerda a ustedes esto en la Comunidad Valenciana? Desde el año 2016 los sucesivos presupuestos autonómicos han establecido como ingresos cada año más de 1.300 millones de euros "reivindicativos de la deuda histórica" que realmente no ingresaban las arcas de la región pero que sí eran gastados. Una aberración económica que demuestra a las claras como se hacían las cuentas anuales: con ideología en vez de con conocimientos.
Y claro, si Puig asumió los mandos de la nave en 2015 con 40.000 millones de deuda, ¿cómo no iba a dejar la Comunidad ocho años después con 57.000 millones de saldo negativo? Decía Lacalle: "Si yo engordo un año 10 kilos y al siguiente 3 kilos, no puedo decir que estoy adelgazando...".
Por no hablar de cómo ha crecido el empleo público en relación con el empleo privado en estos ocho años. Un esfuerzo que posiblemente socialistas y nacionalistas pensaban que les iba a asegurar muchos votos para volver a ganar elección tras elección y que sin embargo se ha demostrado inútil para ellos y perjudicial para el futuro de la región.
Ahora le toca al PP gestionar esta herencia y si por alguna casualidad exponen planes parecidos a los de la "doctrina Merkel" que nos sacaron de la crisis económica anterior, ya estará ahí toda la izquierda y buena parte del centroderecha para negar las recetas que funcionan e imponer la creencia de que las administraciones pueden seguir endeudándose eternamente porque su realidad macro nada tiene que ver con la realidad micro de las familias y negocios. Mala barraca, como se dice por estos lares.