El escándalo de la detención del asesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García Izaguirre, por una supuesta corrupción en la compra de mascarillas durante la pandemia de Covid-19 ha coincidido esta semana con un hecho histórico para la ciudad y la provincia de Alicante, el acuerdo entre Adif, la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento, para iniciar las obras de la nueva "Estación Central" del Tram, punta de lanza de la gran transformación urbana que supondrá la Estación Intermodal y el Parque Central.
En este escenario, alguno pensará ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Pues mucho. No en vano, Ábalos fue el ministro de Transportes en el primer Gobierno de Pedro Sánchez y su mano derecha, Koldo, consejero de Renfe, en un momento en el PSOE prometía muchas cosas para Alicante pero no realizaba ninguna.
El anterior presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, utilizaba esas promesas para convertirlas en sus famosos "ximoanuncios", que nunca terminaban de realizarse. Y por eso, en 8 años la ciudad de Alicante no recibió ninguna atención por parte del Gobierno socialista de Sánchez en España y del Gobierno socialista en Puig en la Comunitat Valenciana.
Han tenido que pasar esos 8 años para que en tan solo 7 meses, el Gobierno autonómico del popular Carlos Mazón haya desbloqueado la construcción de la estación -que se prevé se iniciará este mismo año- con los mandos políticos de Adif, nombrados por el PSOE en Madrid. ¿Tan difícil era? No, solo era cuestión de voluntad, de trabajar en la gestión, de creer en el potencial de la ciudad y la provincia en vez de dedicarse de lleno a perpetuarse en la primera línea de la política como hicieron Ábalos y Puig durante tanto tiempo.
Dicen los socialistas de Alicante ahora que es normal que Mazón trabaje por la ciudad y la provincia de la que procede, y se lamentan de tantos años en los que Alicante no ha significado nada en la estructura política del Botánico, sin apenas consellers alicantinos, sin ninguna gestión reseñable, sin iniciar esa estación, sin construir ningún centro educativo, sin atender la singularidades lingüísticas de la provincia en educación... y tantos y tantos olvidos del socialismo valenciano.
¿Qué se esperaban? Solo había que conocer a los personajes. Personalmente nunca me han gustado las formas de Ábalos, con quien más de una vez he tenido trato directo en las cuitas internas del PSPV-PSOE. Nunca me ha gustado la chulería de quien se cree por encima del bien y del mal, de quien trata a los demás como inferiores. Y esta semana cuando he escuchado en Onda Cero cómo Koldo amenazaba al alcalde de León (también del PSOE) por encargo de Ábalos para que hiciese lo que quería el número dos de Sánchez, he recordado los mismos modos chulescos que muchos socialistas han denunciado durante décadas.
No me ha gustado nunca la chulería de los números dos de los partidos, en el caso del PSOE, el secretario de Organización. Ni la de Ábalos, ni a Alfonso Guerra en los años 80, ni la de Pepe Blanco con Zapatero, y mucho menos la de quien está llamado a ser el nuevo 'perro de presa' de Sánchez, el actual ministro de Transportes Óscar Puente, cuyos malos modos ya han sido convenientemente retratados en sus intervenciones parlamentarias y cada vez que abre la boca para hacer declaraciones.
Pero es que tampoco me ha gustado nunca la chulería de Francisco Álvarez-Cascos o Ángel Acebes en los gobiernos populares de Aznar, o de Ricardo Costa en el ejecutivo autonómico de Francisco Camps. ¿Qué ha sido de todos ellos? Relegados al olvido más absoluto.
Nunca es demasiado tarde para que los líderes de los partidos tomen nota y se rodeen de personas que verdaderamente aporten algo más a la política. Porque también ha habido buenos escuderos, los menos, tanto en el PSOE como en el PP. Como Alfredo Pérez Rubalcaba, que no necesitaba ni malos modos ni soberbia para ser escuchado.