Han sido tres días intensos los que FITUR ha dedicado a mercado profesional, pero al mismo tiempo tres días de inmensas satisfacciones para una Comunidad como la Valenciana que desde finales del pasado mes de octubre vive con la sombra de la catástrofe y la losa del desprecio continuo del Gobierno central de Pedro Sánchez.

Sánchez, que ha aprovechado el hecho de que la Comunitat en su conjunto estaba vendiendo presente y futuro en el mercado turístico internacional de Madrid para hacer una performance en Valencia con unos cuantos de sus ministros a puerta cerrada. Como si eso le redimiese de su espantá en Paiporta y de su ninguneo en la reconstrucción.

Sin embargo, el presidente de la Comunitat, Carlos Mazón, estuvo donde debía estar. Con sus alcaldes y con sus empresas turísticas en FITUR, donde recibió más de una ovación que seguramente agradecerá en lo personal tras meses de linchamiento, pero que creo que siente innecesarias como representante institucional cuando lo que hace es precisamente cumplir con su obligación.

El Rey y Feijóo arroparon al presidente en sendas visitas al stand autonómico no dando pábulo a las insinuaciones continuas sobre el futuro político de la Generalitat. Le pese a quien le pese, Mazón no tiene ninguna intención de bajarse del carro cuando su liderazgo es más necesario que nunca para la recuperación de la Horta Sur valenciana, algo que ha estado presente en todas sus intervenciones.

No va a ser fácil pero creo que esta edición de FITUR es el comienzo de un nuevo estado de ánimo para todos. Así me lo explicaban los múltiples alcaldes de uno otro color político con los que he tenido la oportunidad de charlar un rato durante la feria. También con los empresarios y otros representantes institucionales.

"La Comunitat Valenciana será turística o no será", es el mantra desplegado por la Generalitat en cada acto. Y para ser turística ha de ser optimista y vender felicidad, aunque por dentro nos comamos todos la pena por nuestros vecinos fallecidos, nuestras infraestructuras dañadas y las ingentes pérdidas económicas de una riada que pudo haberse evitado si el Estado hubiera hecho sus deberes a tiempo.

Pero aprendamos para el futuro. No hace mucho un ingeniero me explicaba que las confederaciones hidrográficas, para mí la auténtica responsable de todo lo sucedido, siempre habían pertenecido a los ministerios inversores en obra pública, el MOPU o Fomento. Hasta que este progresismo mal entendido nos trajo la "Transición Ecológica" de la inacción, de no hacer nada, de dejar que las infraestructuras, las playas y los ríos se degraden para mayor gloria de los lobbys ecologistas.

Aprendamos y cambiemos el chip. Los seres humanos interactuamos con el territorio en el que vivimos desde hace miles de años. Nuestra obligación es que ese impacto en el territorio sea racional, conjugando los intereses medioambientales con los sociales y económicos. No hacer nada nunca es la solución.