La artista de flamenco Eva Yerbabuena (Fráncfort, 1970) estará en el Hort del Xocolater de Elche el próximo 13 de julio con Carne y Hueso, una expresión flamenca donde la voz de los cantaores, las guitarras y la danza se unen para dar lo mejor del género. La obra “es un espectáculo maravilloso donde se puede disfrutar del flamenco de muchísima calidad”, así lo siente Yerbabuena mientras charla con EL ESPAÑOL de Alicante.
Aunque nació en Alemania, se crio con sus abuelos en Ogíjares, un municipio de Granada, y desde los doce años no ha parado de bailar y trabajar por y para el flamenco. “Yo creo que trabajar en algo que no te gusta es lo peor que te puede pasar”, afirma la artista. Menos mal que no es su caso y cada vez que se sube a un escenario siente esa sensación de libertad que solo el arte puede dar.
La bailaora es toda una defensora del género y junto a otros referentes como Arcángel, Marina Heredia o Dorantes ha consolidado Unión Flamenca, un sindicato que tiene como objetivo principal dignificar la profesión. Y por supuesto su materia prima, los artistas.
En tu biografía de Twitter te defines como “bailaora, coreógrafa y madre”. Precisamente tu hija Manuela es tu representante. ¿Cómo es la experiencia de trabajar juntas?
Es maravilloso, aunque al principio tenía un poco de miedo por la confianza. Ella es una persona que conoce todo el proceso por el que pasamos nosotros, tanto la parte creativa y administrativa, como la de producción. La verdad es que me siento muy orgullosa porque para ella es muy complicado, ya que este es el último año que le queda en la carrera de ADE, y está llevando las dos cosas.
Estarás en Elche el próximo 13 de julio con Carne y Hueso. ¿Qué es lo que puede esperar la gente de esta actuación?
Es un espectáculo de flamenco maravilloso con un recorrido muy amplio y distinto para diferentes palos que hay en el flamenco. Nosotros procuramos que esté presente el cante, la guitarra, el baile. En definitiva, todo (soleá por bulerías, tango, alegría, farruca y fandango abandonado). Es un tema al que yo le tengo muchísimo cariño. Además, hay cuatro bailaores impresionantes, dos percusionistas maravillosos y voces muy buenas.
Yo soy una persona que lo que me encanta es la voz y procuro tener cantaores de primera línea siempre. La voz es la madre del flamenco. Al flamenco no lo empezó el baile ni la guitarra, lo empezó la voz. Carne y hueso es un espectáculo maravilloso donde se puede disfrutar del flamenco de muchísima calidad. Quizá suena prepotente que yo lo diga, pero es que es así.
Lo describes como “enseñar tu vulnerabilidad”, que es lo mismo que desnudarse o claro, quitarse la piel. ¿Se siente realmente así al subir al escenario?
Sí, totalmente es así. Además, es que hay algo que te puede que es al flamenco y donde tu no tienes control de ti misma, es superior a ti. Te evade y te hace sentir libre en la medida de lo posible. Yo soy una persona que no cree en la libertad. Creo que la libertad está en pequeñas cosas y en momentos muy efímeros, y ese es uno de ellos. Cuando yo me subo a un escenario es cuando realmente rozo aquello que nosotros conocemos como libertad.
Compartes lo que sientes en ese momento y lo que provocan esos grandes artistas que comparten contigo el escenario. Sentir pasión por tu trabajo es la única forma de sentir un amor incondicional. No hay otra forma. Yo creo que trabajar en algo que no te gusta es lo peor que te puede pasar.
Hace ya una década desde que el flamenco está considerado como Patrimonio de la Humanidad. ¿Ha cambiado algo en todo este tiempo?
El flamenco siempre ha sido Patrimonio de la Humanidad. Tal y como dice como dice Enrique Morente: “Vamos a tratar que la humanidad sea patrimonio del flamenco”, que es lo bonito y lo ideal. Las cosas siguen como estaban y ahora, con lo que nos ha tocado vivir, casi peor.
Hace unos meses desde que se consolidó el sindicato Unión Flamenca para dignificar el género. ¿Qué es lo que intentáis conseguir a través de él?
No solamente el flamenco. El flamenco es protegido y es conservado cuando se protege la materia prima que somos nosotros, los artistas. Lo que pretendemos nosotros con el sindicato de Unión Flamenca es una regularización, que no la tenemos porque no la hay, y una dignificación de nuestro trabajo.
Que parece que piensan que para nosotros no es un trabajo, sino una fiesta. En fin, que esto sea dignificado y una regularización del mismo. En septiembre tenemos la asamblea general, y esperemos que haya otros compañeros que retomen la lucha. Nosotros hemos estado aquí porque no teníamos otro remedio para crearlo, pero también necesitamos el apoyo de otra gente.
¿Estáis realmente unidos los artistas del flamenco o es una profesión más individualista y de rivalidad?
El sector flamenco es igual que cualquier otro sector. Es verdad que el flamenco ha sido siempre muy individualista. Pero la cuestión es separar lo artístico de lo profesional y lo laboral. Nosotros lo que queremos es el bien para todos, que haya un convenio regulador donde todos podamos estar protegidos. Pero esa rivalidad es como en todos los medios. Siempre la ha habido y siempre la habrá.
Los artistas flamencos yo creo que somos del gremio más solidario que yo he conocido. A nosotros nos han llamado porque hace falta algo para cualquier compañero, cualquier artista y ahí estamos. Sin embargo, lo que pasa es que es la primera vez que conseguimos unirnos para una dignificación y para una regularización.
Hay que dejar fuera los criterios artísticos. Quién hace a un artista son los principales artistas, de ahí nace un verdadero artista. Es decir, del criterio de los propios artistas. No se trata de tener una rivalidad con maldad, no. Una rivalidad beneficiosa para todos porque es una cuestión de superación a uno mismo.
La pandemia ha traído incertidumbre a todos los sectores, pero quizá ha sido todavía más angustioso para aquellos y aquellas que vivís de la cultura. ¿Cómo se sobrevive a eso?
Ahora empieza a salir algo la luz. Pero ahora es cuando más conscientes tenemos que ser de todo lo que ha pasado, y no olvidarnos. Ahora que el flamenco no sale fuera de España es cuando nos estamos dando cuenta de la verdadera realidad, y de la poca presencia que tiene en los teatros públicos. Antes no éramos conscientes porque aunque había muy poco flamenco a nivel nacional, todo estaba fuera.
Yo no digo que solamente tengamos derechos, sino que también hay unas obligaciones que tenemos que cumplir. Y bueno, ahí estamos. La esperanza nunca se pierde.