Nuestro protagonista es dado a las interpretaciones y ahí va una. Su segundo poemario, '13' (editorial Olé) bebe de una estructura acróstica que también nos vale para explicar "la casualidad" de que se entre a su casa, situada en la plaza de toros de Alicante, a través de la puerta número 13 del coso.
Luis Miguel Sánchez Martínez es el nombre funcionarial y Luis Miguel Sanmartín es el artístico. Nacido hace 54 años en esta ciudad, lleva 20 como conserje del tendido y 5 viviendo allí. Como poeta, cargó la tinta de la pluma en la universidad mientras estudiaba Psicología, se atrevió a publicar por primera vez hace 3 años y espera su sexto poemario para la primavera del año que viene.
¿Cómo es vivir en un sitio tan singular? Le preguntamos. "Es muy interesante porque sientes que estás cuidando de un edificio histórico". Y tanto que lo es. Construida a mediados del siglo XIX, la plaza de toros quedó inaugurada en 1888 tras una importante remodelación que la puso en el mapa nacional. No era para menos, contaba con 16.000 asientos para una población de, entonces, 20.000 habitantes.
"Siempre digo que la plaza de toros es como una ancianita, que tiene sus achaques y que tenemos que cuidarla y mimarla porque en realidad se desarrolla mucha actividad en ella, no solo taurina", afirma desde el salón de su casa.
Además del legado histórico, Sanmartín guarda un legado sentimental con la plaza. Su padre, quien fuera capataz jefe de vías y obras del Ayuntamiento, fue parte muy activa de las obras de remodelación que se acometieron a principios de los 80 para darle una nueva vida a la instalación que había adquirido el consistorio.
"Ya de pequeño me venía con mi padre y me enseñaba cómo cambiaban las vigas y otras reformas", rememora. "De alguna manera, el hecho de estar cuidando de este edificio, es una continuación de parte del trabajo que desempeñó mi padre, quien en cierto modo me enseñó a amar todos sus rincones", señala.
¿Cómo es su casa?
Sin duda, estamos ante una vivienda diferente. Su casa tiene 131 metros cuadrados, tres habitaciones, un amplio salón, cocina y baño, aunque lo que más llama la atención es su pasillo semicircular; sus sillares de 90 centímetros de grosor, que le dan mayor aislamiento ante el tráfico que dicurre por la Plaza de España; y sus ventanas en forma de abanico protegidas con estilosas rejas.
Cuenta que lo primero que hizo cuando le confirmaron que iría allí a vivir -con la jubilación del anterior conserje- fue pintar todas las paredes. La parte principal de la entrevista se desarrolla en la zona "bohemia" -entre el salón y el pasillo-, que actúa como recibidor. Nos encontramos rodeados de una escalera que trasformó en estantería, una ventana vieja que simula tener vistas a la calle, un baúl de su bisabuela y dos mecedoras de su abuela. "Es como un pequeño rincón-museo", apostilla.
Y todo, presidido por dos cuadros taurinos, uno de ellos hecho "por un buen amigo" que retrató en su momento al famoso torero alicantino José Mari Manzanares tras lo cual, decidió regárselo a Luis Miguel en una especie de presente-presagio del futuro que le esperaba vinculado al mundo de los toros.
Ladrones y fugas de agua
¿Qué pasa en una plaza de toros cuando todos duermen? ¿Qué no pasa? El conserje municipal está acostumbrado a lo que él llama "los ruidos de la plaza", de los que ya se ha acostumbrado, por ejemplo, a escuchar casi pared con pared a David Bisbal en el concierto que ofreció hace dos viernes; a los del equipo de desmontaje del escenario, que no acabaron hasta las 5 de la mañana o a un ladrón colándose en el coso.
Esto último ocurrió cuando estaba leyendo, a eso de la una de madrugada, en su habitación. Desde la ventana vio a un individuo que se había colado en la plaza a través de una tapia. "Me tocó salir, le pegué una voz y se marchó a la calle", recuerda. Quizás, el desafortunado caco desconocía la existencia de un conserje a esas horas. Otra madrugada, a eso de las cinco, le despertó un sonido de abundante agua, fue a ver y encontró una inmensa grieta en el cuarto de baño de la enfermería. "Tengo que estar siempre localizado y pendiente de lo que pueda pasar", esgrime.
Su trabajo, explica, tiene un horario, como el del cualquier funcionario, pero al estar residiendo donde trabaja, pues si le toca, le ha tocado. "Es algo que tengo asumido". La figura del conserje residente de edificios públicos como de los colegios o faros, está en vías de desaparecer. También en las plazas de toros, donde únicamente se resisten, además de Alicante, Madrid y Zaragoza.
Escribir desde el tendido
Le preguntamos varias veces si le ha influido, de alguna forma, las paredes de la plaza de toros para recoger inspiración y expulsar los versos. "No ha tenido nada que ver, pero el hecho de vivir aquí te genera una conciencia de distinción", avanza Sanmartín. "De alguna manera, te ayuda, te singulariza y te aferras a esa idea de soledad mientras te preguntas cuántos poetas residen en una plaza de toros, sabiendo que posiblemente ninguno. Y, por supuesto, estar aquí te genera conciencia de romanticismo".
Sea casualidad o no, lo cierto es que el conserje se ha convertido también en poeta entre estas paredes al lanzarse al ruedo en 2018 con su primero poemario, '... Y ahora somos tres' (Poesía eres tú, 2018), su declaración de intenciones para dejar, de una vez, de observar los toros desde la barrera. Le salió bien la jugada, ya que fue uno de los libros recomendados por la Asociación de Editores de Poesía. Después, han salido enfilados el ya mencionado '13' (2019), 'Art Nouveau' (2019), 'Frost (Escarcha)' (2020) e 'Impostor' (2020).x
Por cierto, durante toda la conversación no hemos hablado de toros... ¿El conserje de una plaza como Alicante qué opina? "La tauromaquia tiene su razón de ser y ha sido fuente de inspiración de muchos artistas y autores como Lorca en 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías'. ¿Y de los toros en sí? "Respetando todas las posturas, lo cierto es que la tauromaquia está ahí, tiene una historia y una dialéctica y eso nadie lo puede negar", responde, toreando al entrevistador, y a la polémica.