La madre de Salvador Rodríguez Con (Granada, 1971) sabía que "era cuestión de tiempo" que su hijo hiciera lo que hizo, por lo que no podía intentar retenerlo. Este profesor de Educación Física en Cazorla (Jaén) soñaba, desde su más tierna infancia, con dar vuelta al mundo en bicicleta. Tras varios intentos, empezó a pedalear en serio en enero de 2015 con un único destino claro, Ciudad del Cabo. Una vez que llegó a Sudáfrica pensó, "ahora tengo que llegar a Egipto". "A mitad de camino sabía que llegaría a Japón, pero no sabía cuándo", esgrime.
Casi una década, dos bicicletas, cuatro sillines, cinco frenos, 10 juegos de pedales, 12 llantas traseras, 265 pinchazos y 145.266 kilómetros después, Salva Rodríguez regresó a casa. Era agosto de 2015 y en septiembre volvió a su bici para desplazarse a esa vida laboral que había dejado aparcada, la docencia en un centro. "Cuando me fui, pedí una excedencia de dos años, pero claro, tuve que alargarla", señala.
Desde entonces, ha estado contando su proeza a quien le quiera escuchar. Una de sus últimas charlas ha sido para la Universidad de Alicante en noviembre. Allí presentó sus cuatro libros, cada uno referido a un continente, sin contar con Oceanía, que ha sido el único por el que no ha rodado. Todos ellos con el sobrenombre de 'Un viaje de cuento', ideal para regalar en fechas navideñas.
Menos de 3.000 euros al año
¿Cómo fue lo de ponerse a escribir? "Fue en Japón cuando empecé a escribir como idea de compartir esos recuerdos que tenía en la cabeza", avanza por teléfono, "y como necesitaba más ingresos para llegar a América y no quería pararme a buscar trabajo, me lancé y me salió bien". Y tan bien, en todo el tiempo que duró su viaje acabó los cuatro libros autoeditados que le generaron unos 8.000 euros de ingresos.
Con 22.000 euros que había ahorrado, en total se gastó en dar la vuelta al mundo 30.000 euros, menos de 3.000 euros al año. Y eso que ha tenido percances "de todo tipo", aunque nunca le han quitado su bien más preciado. "Jamás me han robado la bici porque al no ser cara ni atractiva, no ha sido un objeto de deseo para los ladrones".
En el Congo perdió la rosca del eje de pedalier y al final tuvo que comprarse una bici de segunda mano, a la que le puso todo los complementos posibles como la tija del sillín y la horquilla delantera. Ese ha sido el único contratiempo técnico. También sufrió un atropello en Mauritania y recibió "un porrazo" de un autobús en Angola.
Nunca mirar atrás
Salva Rodríguez ha sido consciente en todo momento de que la inseguridad era parte del trayecto. "La gente me ha ayudado en todo momento y me iba avisando de que no fuera por un sitio que había leones o por otro que estaban en guerra", explica. "Es verdad que iba sin protección, que estaba expuesto a los elementos meteorológicos y que alguien te quisiera hacer algo, pero aprendes a vivir con eso y el amor por la incertidumbre me hacía sentirme cómodo", asegura.
¿No pensaste en volver a casa sin completar la vuelta al mundo? "En ningún momento pensé en volver o en abandonar, sí en descansar y me quedaba por ejemplo un mes en un sitio, pero no he sentido agotamiento físico o mental", insiste.
Otra de las preguntas recurrentes que ha tenido que responder en todo este tiempo es la de qué aconseja a esa persona que se está pensando hacer algo similar. "Siempre digo que quien quiera dar la vuelta al mundo, que empiece por España y vea si de verdad le gusta pasar las noches solo, acampar en cualquier sitio, pasar frío y calor porque pueda que descubra que necesita más comodidades...".
También siempre se ha dicho que todo viaje tiene una parte de huida. "Es cierto, por lo que he conocido de viajeros que he conocido, que en muchos casos huyen de circunstancias personales terribles, pero no en mi caso no. Tenía vida fantástica y muy tranquila, sin problemas de nada. No salí huyendo, salí buscando".