Alicante

Las robots sexuales no son solo un producto propio de países como Japón, sino que su consumo es ya una realidad en España, sobre todo desde el confinamiento por la pandemia de Covid. Así lo sostiene la doctora en Estudios Interdisciplinares de Género y Geógrafa Feminista Lydia Delicado-Moratalla, quien ha dedicado los últimos años a investigar este sector, llegándose a topar con dos burdeles ex profeso en el país, así como toda una amalgama de empresas, webs y personas que "venden" en todos los aspectos este fenómeno, lo que incluye las réplicas de menores. 

Como cuenta en el artículo 'La robot sexual y la pornografía: la ilusión del poder masculino y la fantasía de cosificar a las

mujeres', que forma parte del monográfico '
Pornografía: una geografía sexual del poder' de 'Atlánticas. Revista Internacional de Estudios Feministas' que coordina, la robot sexual guarda "una relación directa con la pornografía", al tiempo que es una extensión de la muñeca sexual que ha existido desde hace décadas

"Las robots son muñecas sexuales híper realistas con inteligencia artificial, que se manejan desde un dispositivo con un software que ofrece al consumidor la posibilidad de seleccionar todas las características de la personalidad artificial de la robot", como su estado de humor o conversación.

Pero, en contra de lo que se piensa, esta especialista en Política Sexual no cree que formen parte del "imaginario de masturbación". Más bien, el objetivo no es otro que "reemplazar a la mujer real", lo que le otorga al cliente "un ‘cuerpo’ artificial con el cual establecer una ‘relación’ sexual".

No hay más que ver los anuncios, como recoge en el texto, de las principales compañías de robots sexual. En unos se ofrece como “la novia perfecta, quien te conoce mejor”, mientras que en otros se deja claro que el hombre es el sujeto y la mujer, representada como robot, un objeto. “Nuestras acompañantes robóticas artificialmente inteligentes pueden conversar todo el día o satisfacerte durante horas sin quejarse. La elección siempre es tuya (…) están aquí para todos tus deseos. Responderán tus preguntas, aprenderán a hacer tus cosas favoritas y siempre estarán contigo cuando las necesites”.

Lydia Delicado, en una imagen cedida por la autora.

Uso en burdeles

Explica Lydia Delicado que, fue al final de su tesis doctoral sobre la prostitución hace cinco años cuando se percató "de las diversas expresiones de la prostitución que había en internet". Poco después, se abría el primer burdel de Europa, en Barcelona, donde las prostitutas eran muñecas híper realistas, siguiéndole otro en Madrid dos años después.

Es aquí donde entra la figura del "proxeneta tecnológico", que está en burdeles como el de Barcelona, cuyos servicios incluyen también el de mujeres reales, no solo robots. "Estos proxenetas tecnológicos adquieren sus ingresos y beneficios" en los burdeles "mediante las mismas lógicas que emplean los proxenetas que se dedican a la explotación sexual de mujeres y niñas en organizaciones que forman parte del tejido de la industria del sexo actual". 

La bajada del precio de la unidad de la robot sexual, de 10.000 euros la más cara a 2.000 la más económica, también ha contribuido a su presencia en las casas. "Una de las actividades favoritas de los consumidores de muñecas y robots sexuales es vestirlas, construir escenas, hacer fotografías y compartirlas con otros usuarios en el ciberespacio, es decir, encuentran entretenimiento y satisfacción en la pornografía propia y compartida realizada con réplicas de mujeres", se puede leer en la investigación.

Culto a la violación 

Como, insiste la autora alicantina, las robots son una extensión de la pornografía, esta última se ha valido de la "escenificación de violaciones a mujeres, a chicas y a niñas muy explícitas" en unos caso, aunque en otros "los violadores graban el acto para después distribuirlo en plataformas pornográficas".

Casos reales como el de la violación de cinco hombres a una menor de 14 años que estaba inconsciente en Manresa lleva a esta investigadora a establecer el paralelismo con "la robot y la muñeca híper realista como lo más parecido a una mujer desvanecida".

Como recuerda que señaló el autor Robert Sparrow, "en el acto de penetración del artefacto, se produce la simulación de lo que se haría con una mujer real en estado de embriaguez o drogada, en definitiva, no consciente".

A este respecto, recuerda Delicado que existen páginas web que explican cómo posicionar a la muñeca "con los brazos de una forma concreta, como en cruz" para ayudar a simular "la dominación" del hombre. 

Réplicas de niñas

En estos dos singulares burdeles de España anteriormente citados "hay muñecas que simulan ser adolescentes", asegura durante la conversación Lydia Delicado. Asimismo, añade que "hay un amplio mercado de muñecas que son absolutamente infantiles y artefactos que simulan ser niñas de 5 o 6 años y de esto a su vez hay pornografía en internet".

Explica que si bien no existe una legislación que prohíba la escenificación del abuso sexual a menores, "sí que es cierto que el artículo 189 del Código Penal dice que una representación que parezca una niña o niño en una situación sexual, será entendida como pornografía infantil y por lo tanto será delito". 

Al final, considera que queda a libre interpretación de los fiscales castigar o no estas prácticas sexuales hacia "muñecas híper realistas que parecen niñas" y que se difunden no solo en las grandes plataformas pornográficas online, sino que también en blogs y redes sociales como Instagram.

Pero, más allá de la acción punitiva, deja como última reflexión cómo esta tendencia del sexo con robots "trivializa la violencia contra las mujeres", las cuales, "aparecen representadas desde un imaginario de servidumbre sexual, de sexualidad para otros, en pleno proceso de deshumanización".

Cuando, en realidad, como propone al final de su artículo, lo que hace falta "es dotar de sentido humano a la sexualidad y sólo lo podemos hacer lejos de todos los significados que aporta la pornografía y la robot sexual".

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