"Los hombres están acostumbrados a tratar con otros hombres". Hace seis años desde que Clara Guilló, de 44 años, decidió dejar su trabajo en una conocida cadena de alimentación para dedicarse al campo por completo. Su abuelo, José Guilló Vicente, montó una pequeña plantación de tomates en la pedanía de Las Bayas (Elche) hace más de 30 años. Tras la jubilación de su padre, José Ramón Guilló, quién también fue nombrado Agricultor del Año 2009, Clara decidió coger el testigo.
"Mi pasión por la agricultura se la debo a mi abuelo". Y precisamente a este fue a quién Clara decidió dedicarle el reconocimiento que recibió por parte de Jóvenes Agricultores Asaja Elche en la decimoctava edición de la Nit del Camp d'Elx: el 'Premio Agricultor del Año 2021'. Su carácter emprendedor, su contribución al relevo generacional en el sector agrario, y su papel como ejemplo de liderazgo de la mujer en el mundo rural, son algunas de las ventajas que destaca Asaja.
La ilicitana regenta una explotación de 7.000 metros de cultivo hidropónico de tomates, con la ayuda de su marido y otro trabajador porque con una persona sola "no es posible". La nieta de Guilló dedica todos los días 8 o 9 horas a su plantación, "como en cualquier trabajo". Sin embargo, destaca que en verano llegó a trabajar 12 horas diarias. Cuenta que una de las cosas que más le gusta es no rendir cuentas a nadie y ser su "propia jefa".
[María Tornero, la joven ganadera de Elda que ha conquistado YouTube con su ejército de cabras]
Del liso al RAF
La empresa familiar ha evolucionado en todos los sentidos con el paso de los años. Tras la jubilación de su padre, Clara decidió apostar por la variedad de tomates RAF, ya que puede venderlo a un precio "más competitivo" que el liso. La emprendedora explica que ahora no hay tomates, pero que ellos sí que tienen. Algo que se ve reflejado en el mercado con un precio de 1,5 euros más que hace unos meses. La inflación y la crisis energética también la están notando, sobre todo en los precios de la "comida" para los tomates. Es decir, los fertilizantes y otros productos que utiliza en la plantación.
La suya va a parar a Mercalicante, quién a su vez distribuye el producto entre diferentes empresas que son las que lo ponen en la mesa del consumidor. "El intermediario es quien se lleva el dinero". Así se refiere Clara a la diferencia que hay entre el precio de salida y su precio de venta al público.
Otra de las dificultades económicas a las que la ilicitana hace frente mensualmente es a la cuota de autónomo. Denuncia que tanto ella como su marido se han visto obligados a hacerse autónomos porque la Administración Pública lo pone "muy difícil" a la hora de contratar a alguien de tu familia. "Tendrían que cambiar las cosas", expone.
Visibilidad de la mujer
Clara Guilló es todo un ejemplo de empoderamiento de la mujer en el sector rural, un sector en el que según ella todavía hay desigualdad. "No hay ninguna mujer. Lo que he conocido son otras mujeres ayudando a los maridos tanto en la casa como en el campo". Explica que después esas mujeres tienen problemas porque no cotizan. "Han estado trabajando a la sombra del marido, igual o más que él, pero después es como si no hubieran existido", describe.
EL ESPAÑOL pregunta a Guilló si alguna vez se ha sentido discriminada por ser mujer y trabajar en el campo. Ella, contesta contando una anécdota: "Una vez fui con mi padre a comprar alcachofa y los trabajadores solo le respondían a él". Destaca que los hombres están "acostumbrados" a tratar con otros hombres. "La gente te toma por mentirosa si dices que trabajas en el campo".