España es el segundo país europeo, solo superado por Portugal, con el mayor consumo de productos procedentes de la acuicultura, técnica que incluye las piscifactorías. Anualmente, cada español consume de media 42 kilos de estos alimentos, lo que los convierte en una de las principales fuentes de proteína animal en los hogares.
Los investigadores de la Universidad de Alicante Javier Atalah, Investigador Distinguido María Zambrano, y Pablo Sánchez, catedrático del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada, han realizado recientemente un estudio sobre los hábitos alimenticios de las familias españolas en relación a los productos provenientes de la acuicultura, que lleva como título “On the wrong track: Sustainable and low-emission blue food diets to mitigate climate change” (En el camino equivocado: Dietas basadas en productos de acuicultura sostenibles y con bajas emisiones para mitigar el cambio climático) publicado en la revista Frontier son Sustainable Food System y presentado el pasado mes de noviembre en Cádiz durante la celebración del XVIII Congreso Nacional de Acuicultura.
Para realizar este estudio han tomado como base los datos de 12.500 unidades familiares, recogidos entre el año 1999 y el 2021, y su conclusión es reveladora, ya que han podido observar una caída en picado del consumo de los pescados tradicionales y de cercanía, como la sardina o el boquerón, al tiempo que se produce un ascenso continuado de la inclusión en el carrito de la compra de pescado ‘carnívoro’ procedente de granjas, como la dorada, la lubina, y el salmón (que se consume principalmente en conserva).
Por otra parte, hay un incremento del consumo de atún en lata que supone un gran impacto ambiental por el transporte y el envase. Al mismo tiempo, se constata la disminución progresiva del consumo de bivalvos como el mejillón, que proviene también de granjas, y del que España es líder en producción.
Estos cambios en los hábitos de consumo van en detrimento del medio ambiente, tal y como explica Pablo Sánchez, ya que los pescados carnívoros provenientes de la acuicultura, como el salmón, tienen su origen en granjas remotas y, además, requieren de una gran cantidad de alimento, que se produce a partir de pequeños peces de especies pelágicas.
Por el contrario, los bivalvos se crían localmente alimentándose de los nutrientes de su entorno (fitopancton). De esta forma, nos encontramos con que la huella de carbono (emisiones de gases de efecto invernadero) es mucho mayor en la cría de especies carnívoras en granjas intensivas que se encuentran en lugares distantes, tanto por su forma de producción como por el transporte requerido.
Por todo ello, ambos investigadores han llegado la conclusión de que es necesario generar políticas de orientación a los consumidores para que se promueva la compra de productos acuícolas con un bajo impacto sobre el cambio climático, como son los bivalvos. “Son una fuente saludable de proteína, ricos en micronutrientes esenciales, minerales y ácidos grasos”, asegura Sánchez, a la vez que destaca la baja huella de carbono generada por este producto.
“Es una excelente oportunidad para que los ciudadanos hagan una elección responsable y reducir así el daño medioambiental relacionado con los sistemas de producción alimentaria”, asegura el investigador, a quien le gustaría que en España se tuviera en cuenta más este aspecto en los productos que compramos, tal y como ocurre en algunos países donde se etiqueta a los alimentos informando de la huella de carbono que genera su producción.
“Estamos en el camino equivocado -afirma Sánchez- ya que tenemos que reflexionar sobre qué tipo de pescado consumimos y a qué coste. El hecho de que provenga de una piscifactoría no significa que sea más sostenible si lo tienen que traer desde la otra punta del planeta”. El investigador anima a los ciudadanos a que realicen un consumo consciente y responsable en Navidad con la adquisición, por ejemplo, de productos de acuicultura de cercanía, como los bivalvos.