La muerte reciente de tres geólogos (uno de ellos, alicantino) en el desprendimiento de la mina de Súria (Barcelona) nos devuelve a la realidad de los riesgos asociados a los yacimientos arqueológicos. En la provincia de Alicante existen varias minas que si bien dejaron de explotarse hace numerosas décadas, eso no ha impedido a senderistas y curiosos adentrarse en ellas, con los peligros que conlleva.
A este respecto, confiesa el geógrafo Manuel Peña durante la conversación con EL ESPAÑOL De Alicante que uno de sus temores es que se acabe sabiendo la localización exacta de las Minas de Ocre de Mutxamel. "Quiero que se conozca sin que se sepa dónde está para evitar que la gente vaya", confiesa.
Precisamente él nos puso en la pista hace unas semanas en su perfil de Twitter (@mapesi65) de la que bautizó como "ejemplo de arqueología industrial que no se debería dejar perder". En su publicación, se le ve adentrarse en esta galería subterránea ubicada en el también interesante Barranc dels Cocons.
En concreto, la Mina de Ocre de Mutxamel estuvo operativa desde 1884 hasta su clausura en 1945, cuando ya no interesaba extraer el ocre, "un mineral muy curioso que te mancha nada más acercarte". De hecho, recuerda, es tan intenso que "muchas pinturas rupestres se hicieron con ocre". En Alicante, rememora Peña, había por entonces tres fábricas de ocre donde se trituraba la piedra del ocre para venderlo como tinte para el sector textil y, sobre todo, para la pintura.
"Pero cuando llegó el tinte sintético el negocio se fue a pique" y la mina de Mutxamel se abandonó, permaneciendo inalterable hasta ahora gracias, en parte, a la ausencia de una señalización que pueda conducir fácilmente hasta el lugar. "La ventaja es que está en un secarral de acceso relativamente difícil", apostilla. Una prueba de que estamos en un terreno (subterráneo) poco transitable, apostilla el también ferroviario, es que dentro "no hay basura ni grafitis", como por desgracia es habitual otras cuevas más accesibles.
Y es que esa casi virginidad la hace más enigmática y, por lo tanto, más peligrosa. Porque si bien se accede a ella sin muchas complicaciones por un pasillo estrecho por el que se puede avanzar caminando erguido, pronto la necesaria linterna acaba apuntando irremediablemente a otro tipo de pasillos, los verticales "con una profundidad de 25 metros".
"Se trata de un laberinto", concluye tras explicar que la explotación de sus recursos naturales se hacía tras explotar o dinamitar "de manera salvaje" su interior. "Entonces se picaba de manera anárquica", existiendo "pozos con una caída libre de 40 metros".
Por último, Manuel Peña insiste en que las administraciones competentes "deberían unir esfuerzos" para que "este ejemplo de minería industrial" por el que se obtenía el ocre "en condiciones muy precarias, no se acabe perdiendo".