La historia de los bares es la de nuestras vidas. Y treinta años atrás surgieron en cuatro calles del centro de la ciudad de Alicante una serie de locales que acabaron reuniendo a diferentes generaciones con la excusa del rock. Jendrix, Clan Cabaret, El camarote, El salón, Apache o El tributo son nombres de lo que se conoció como la ruta de la madera. Hoy día siguen adelante solo cinco de más de una veintena que llegaron a ser. "No sé cuántos años de vida quedan para el rock en Alicante, pero los que siguen vamos a seguir luchando por ello", cuenta Yolanda Berenguer.
De la calle Pintor Velázquez a Poeta Campos Vasallo se extendieron estos bares que tenían en común el interés por los sonidos más duros de la guitarra frente a los sintetizadores. Si le es más fácil ubicar los lugares por los bares que en ellos se encuentran, bienvenido a la ruta de la madera. La calle de la Stereo o del ClanCa son formas de identificar esta zona aún hoy día para Berenguer, propietaria de El Tributo.
Ella llegó en 2007 a este lado de la avenida Alfonso el sabio. A principios de este siglo ya había pasado el momento de máximo esplendor de la zona, finales de los 90. Entonces llegaron a ser 22 locales. "Hace dieciséis años aún éramos unos ocho o diez locales", recuerda mientras ordena las bolsas de la compra que ha hecho. El año pasado cerraron tres de golpe. "La pandemia hizo bastante daño", resume.
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Volvamos a 1993. El año que terminaba la comedia americana Cheers, donde cantaban sobre el bar en el que todos conocen tu nombre, abría el Jendrix Rock Bar. Juli Mohedano, desde Alcoy, es el actual responsable del local. Un cargo que asumió en 2002, cuando sus primeros propietarios quisieron traspasarlo y él, que había trabajado allí dio el paso.
Eso le hace recordar el rasgo que definía aquellos locales: "Todo era de madera, sillas, suelos, paredes… En aquella época la madera estaba tirada de precio y lo más barato era hacerlo con ella", explica. Además, "había una carpintería en el barrio en la que lo comprábamos todo". El Salón, Apache y Metrobar fueron de los primeros que se arrancaron. Y ya los nombres dan una pista de por dónde iban los tiros en la decoración.
Insonorización barata
El dardo en la diana lo pone Hilario Blas, quien inauguraba El camarote en 1995. "La decoración de western que se hizo en Salón gustó y, además, ayudaba a la insonorización", explica. En aquella década, apunta, "aún no existía la zona de marcha del Puerto y la del Barrio era de decoración muy espartana". Por eso un grupo de empresarios como él "pensamos que a los roqueros también le gustaría algo diferente. La madera estaba bien de precio, eso ayudaba, y es un material cálido que viste las paredes".
El perfil del público es una de las claves que lanzó la zona y que aún mantiene vivos los cinco locales en sus calles. "La ruta de la madera no era de críos, era de jóvenes que se han ido metiendo en años, no era una zona de mucha moda", explica Blas. Los años, y la familia, también pasan por él y traspasó el local en 2013 para centrarse en La Ruta Recreativos.
El nombre que tomó de aquella zona le vino dado ya que con este negocio se encargaba de las máquinas de dardos y futbolines. Una línea que funciona muy bien como corrobora Berenguer, quien decidió instalar un segundo futbolín en su pequeño local en 2022. Allí sus clientes participan en ligas de estos juegos porque no buscan bailar como en una discoteca, asegura, quieren tomar una cerveza y hablar con sus amigos.
Mohedano coincide con ella en destacar a la gente como la base de su éxito. "Da igual como seas porque no hay distinción si vas de roquero o de pampero", valora, "y eso es lo que más me gusta. No es como otras zonas que te mira el portero. Da igual el ambiente que procedas que enseguida te sientes acogido y no hay malos rollos. Lo mejor es el ambiente".
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