Lejos de ser únicamente la comarca valenciana de las palabras que terminan en 'icas', la Vega Baja esconde una gran variedad lingüística y cultural y muy propia. Englobando a las localidades de Orihuela, Torrevieja, Almoradí, Catral, Callosa Del Segura, Dolores y Albatera, entre otros, esta comarca de la Comunitat Valenciana situada en el sur de provincia de Alicante es conocida por hacer de puente entre la Comunitat y la región de Murcia.
Aunque indudablemente influenciado por el dialecto murciano, el lenguaje propio de esta comarca de veintisiete municipios nace principalmente de la calle y del habla popular. A diferencia del castellano y del valenciano, ambos idiomas hablados en esta zona y reconocidos oficialmente por la Real Academia Española y cuyas etimologías reposan en unas bases académicas y bibliográficas, el vegabajense encuentra su origen en su gente, sin aferrarse a reglas de ortografía ni a pautas fonéticas.
El habla de la Vega Baja es, según las personas que todavía lo practican, "indomable" y muy "vérsatil". Lo que ha creado este dialecto no son ni libros ni criterios académicos. Nació de forma oral a través de las generaciones, además de estar directamente influenciado por el folclore de la comarca, que engloba su cultura, sus tradiciones, su historia, gastronomía, fiestas, leyendas, así como su forma de vida, en general.
Un dialecto propio
"Vamos a cal María a comer unas bajocas", así suena una frase en vegabajense. Dolores Aniorte Manresa, 'La Callosina', de 93 años y nacida en Torrevieja, explica cómo este dialecto ya era hablado por sus padres y sus abuelos, originarios de Callosa del Segura. "Yo nunca he ido a la escuela ni abrí un libro siendo más joven, aprendí a hablar en la calle, escuchando a mis padres y a la gente del pueblo", afirma.
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"Antes la gente vivía mucho más en la calle, todo el mundo se conocía y entre nosotros teníamos una forma de hablar muy propia", destaca Dolores. Aunque propio de toda la Vega Baja, este dialecto varía según los municipios. En Torrevieja, por ejemplo, es frecuente oír a las personas mayores utilizar expresiones como 'a cal' para referirse a la casa de alguien; 'abocar' para verter algo en un cuenco o también '¡qué disparate!', para exclamar su asombro ante una situación.
Para las frutas y verduras, la huertica, así es cómo sus habitantes llaman a la comarca, también tiene sus palabras propias. Existen múltiples ejemplos de la distinta perspectiva lingüística que tiene su gente con respecto a otras zonas del país. Por ejemplo, en esta comarca, un aguacate no es esa fruta color verde manzana y de textura rugosa por fuera, ni el aguacatero el árbol donde nace. En la Vega Baja los aguacates son los nísperos y el aguacatero, el árbol de esta fruta.
Por otra parte, en la Vega Baja, no se cuecen unas judías verdes con guisantes, ni se comen alcachofas con acelgas, en esta comarca, la gente cuece unas bajocas con pesoles y come alcasiles con bleas. Para refrescarse en verano, tampoco existen sandías, sino que la gente disfruta con un buen melón de agua.
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"En mi familia hemos hablado así toda la vida, muy pocas veces usábamos las palabras más comunes para referirnos a estos términos", destaca Dolores.
Unas costumbres ancladas
Pocas son las calles de Torrevieja en las que sus habitantes siguen sacando una mesa para jugar a las cartas o al parchís y disfrutar del aire libre. María y Teresa son dos vecinas y amigas de "toda la vida" y, como cada tarde siempre que las temperaturas lo permiten, sacan su mesica a la acera de la calle María Parodí en el centro de la ciudad del mar y de la sal.
"Sabemos que somos de las últimas en preservar esta costumbre, pero mientras podamos, nosotras seguiremos jugando a las cartas por las tardes", indica María, de 85 años.
"Son costumbres que ya no se ven mucho porque no quedamos muchos mayores aquí", afirma Teresa, mientras avanza de dos casillas su ficha roja de parchís.
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Según sus habitantes de edad más avanzada, la permanencia de las costumbres y del dialecto propio de la Vega Baja amenaza con desaparecer con las nuevas generaciones y "queda en mano de los jóvenes no perderlas", sentencian María y Teresa.