Pocas ciudades cuentan con una excursión urbana, de fácil acceso, para una mañana o una tarde de primavera como Alicante. Un lugar donde compaginar aficiones como el senderismo, la visita a vestigios prehistóricos, naturaleza virgen y unos paisajes que hacen difícil no sacar el móvil para hacer instantáneas.
Se trata de la Serra Grossa o Sierra de San Julián, 80 hectáreas sobre una planicie a 173 metros de altura sobre el mar desde el que observar la Bahía de Alicante, el Cabo de Huertas, La Condomina o diferentes barrios identificables de la ciudad.
Como lo define el propio Ayuntamiento de Alicante, "un hito geográfico-ambiental, utilizado por el ser humano desde la Prehistoria y decisivo en el desarrollo de la Ciudad, se concibe actualmente como un parque forestal urbano en el que se realizan trabajos de repoblación forestal y restauración paisajística que favorecen su uso como espacio natural".
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La Serra Grossa es un macizo de roca caliza blanquecina de origen terciario que invita a recorrer sus múltiples senderos comenzando, desde detrás de la rotonda de La Albufereta, donde se encontró el poblado de la Edad de Bronce que se cree fue el origen de la ciudad de Alicante.
Hay diferentes caminos para acceder al alto, desde la calle Obispo Oliver tras el hospital Vithas Medimar o desde la Avenida de la Albufereta, donde parte el camino de la Serra Grossa con rampas menos exigentes e indicaciones claras de la subida. Así, tras un camino asfaltado bordeando la colina protegido por un murete se llega hasta el camino de tierra que se inicia en la pinada con eucaliptos y diferente masa arbustiva local.
Para saber algo más del poblado de la Edad de Bronce fechado aproximadamente en el 1.815 a.C. hay que remontarse a los trabajos de uno de los arqueólogos alicantinos más insignes, Enrique A Llobregat (1941-2003), que publicó "El poblado de la cultura del bronce valenciano de la Serra Grossa, Alicante" en 1969.
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Llobregat asegura en su estudio que el macizo "en su dimensión mayor, paralela a la costa, y en el sentido indicado, se extiende a lo largo de tres kilómetros y medio, mientras su anchura máxima oscila entre los 500 y 600 metros. En la actualidad, la sierra ha sufrido las depredaciones de los canteros, que han realizado considerables mermas en sus laderas, y de la construcción de la carretera de Alicante a la Playa de San Juan, comenzada en 1932, para la que hubo que desmontar toda la estribación inferior de la ladera que mira al mar".
El arqueólogo asegura que todavía durante el primer cuarto del siglo pasado, "la Sierra caía abruptamente sobre el mar, en una costa rocosa de difícil travesía tanto por mar como por tierra, a causa de los escollos en el uno y de la pronunciada pendiente en la otra, y a la que se llamaba, con tal motivo, el Mal Paso, nombre que todavía registra en alguno de sus trabajos el Cronista que fue de Alicante don Francisco Figueras Pacheco".
Es en este camino de tierra donde se puede acceder a los restos del poblado, del que apenas quedan partes de muros de algunas casas y almacenes. Como señala Torregrosa, "en las estribaciones nororientales de esta sierra, en la vertiente que mira
a la Albufereta, don José Belda Lafuente, presbítero, director que fue del
Museo Arqueológico Provincial de Alicante, descubrió en 1933, lo que él
llamó un túmulo prehistórico".
Hoy, todo lo hallado (en su mayoría restos de cerámicas) se encuentra el Museo Arqueológico Provincial (MARQ), ya que en tiempos del Padre Belda se localizaron "dos túmulos, uno al norte y otro al sur de una cañadita, de los que el meridional se hallaba muy destruido por su proximidad a una cantera. Por el contrario, la mitad inferior del septentrional, de cara al llano de la Huerta de Alicante, se encontraba en bastante buen estado y pudo ser objeto de excavación".
Desde allí, la excursión continúa hasta el Mirador Este, donde se puede ver La Condomina y sus torres defensivas y el Cabo de las Huertas, así como la carretera de La Cantera que queda a sus pies. Desde allí, toda la Bahía de Alicante hasta el Cabo de Santa Pola da una perspectiva única que en los días despejados permite observar también la Isla de Tabarca.
A partir de este punto se pueden utilizar múltiples caminos y senderos que llevan hasta el otro extremo de la planicie, donde observar el Cerro de Santa Ana y tras él, el Monte Benacantil, con el Castillo de Santa Bárbara y más abajo el Puerto de Alicante.
Durante todo el recorrido el visitante puede observar el vuelo de aves que anidan en los acantilados de la sierra, como el cernícalo común o gaviotas. También diferentes especies de flora de sotobosque de matorral como el lentisco o el espino negro, árboles de gran porte como eucaliptos o cipreses.