La provincia de Alicante es hogar de numerosas localidades llenas de encanto, donde recorrer sus calles te transporta directamente al pasado gracias a su rica historia.
En general, la Comunitat Valenciana destaca por sus pintorescos pueblos, cada vez más populares entre quienes buscan explorar paisajes únicos y llenos de belleza.
Cruzando la frontera de la región, nos podemos encontrar con otra multitud de pueblos encantadores.
Es el caso de Blanca. En el corazón de la Región de Murcia y a una hora en coche desde Alicante, rodeado por las aguas serpenteantes del río Segura y abrazado por la majestuosidad de las sierras, se encuentra esta localidad, un pintoresco pueblo que parece haber sido arrancado de un cuento medieval.
Este pequeño enclave, con su entramado de callejuelas empedradas y su arquitectura histórica, se perfila como el destino perfecto para sumergirse en el espíritu navideño.
Nada más llegar, te toparás con un paisaje impresionante: montañas salpicadas de pinos y cultivos de cítricos que, en esta época del año, impregnan el aire de un aroma fresco y festivo.
Recorrer las callejuelas de su casco antiguo es lo más parecido a hacer un viaje en el tiempo, con casas blancas encaladas que reflejan los rayos invernales del sol, balcones adornados con flores y rincones que invitan a perderse.
Sus tesoros
Uno de los puntos más emblemáticos es el Castillo de Blanca, una fortaleza árabe que corona el pueblo desde lo alto.
La subida hasta sus ruinas es recompensada con vistas panorámicas espectaculares, donde el valle del Segura parece cobrar vida. Durante diciembre, esta postal se embellece aún más con los colores cálidos de los atardeceres invernales.
Si hay algo que convierte a Blanca en un destino especial durante las fiestas navideñas, es la manera en que el pueblo celebra la tradición con un encanto auténtico.
La Plaza de la Iglesia, corazón de la localidad, se transforma en un escenario vibrante, con un mercado navideño donde los artesanos locales ofrecen productos únicos: desde dulces tradicionales como los rollicos de anís hasta piezas de cerámica pintadas a mano, ideales para regalar.
La Iglesia de San Juan Evangelista, iluminada por luces cálidas, es el epicentro de las festividades religiosas. Sus solemnes misas y cánticos navideños resuenan con una devoción que traspasa el tiempo.
Además, los niños del pueblo se convierten en protagonistas del tradicional Belén Viviente, una representación que revive con amor y detalle la historia de la Navidad.
La Navidad en Blanca no estaría completa sin probar los manjares locales. Los bares y restaurantes del pueblo ofrecen platos reconfortantes como el cordero al horno, las migas ruleras y las pelotas de Navidad, un guiso típico que reúne a familias y amigos alrededor de la mesa.
Naturaleza
Para quienes deseen explorar más allá del casco urbano, Blanca es también una puerta de entrada al Valle de Ricote, un paraíso natural que, en esta época, invita a pasear entre huertas, senderos y miradores.
Además, la Navidad se siente en cada rincón, con decoraciones que engalanan los caminos y actividades como rutas guiadas que combinan historia, naturaleza y tradición.