La consellera de Sanidad, la socialista Ana Barceló, lleva seis meses sin comparecer en las Cortes para dar cuenta de su gestión contra la pandemia de Covid-19. La última vez fue el pasado 25 de enero. Cinco días antes había publicado en el DOGV un extenso catálogo de prohibiciones que incluía el aislamiento de Comunidad respecto al resto de territorios nacionales y extranjeros, toque de queda y cierres perimetrales de municipios por población. Se trataba del mayor golpe contra la economía regional que había adoptado una comunidad autónoma.
El cierre preventivo y la suspensión cautelar de actividades, establecimientos y espacios de centros recreativos de mayores (hogares del jubilado) y de jóvenes (ludotecas, centros de ocio y entretenimiento juvenil), y centros donde se desarrollen actividades festeras tradicionales. De establecimientos y actividad de hostelería y restauración, bares, cafeterías, restaurantes y establecimientos de ocio y entretenimiento, salvo que en los mismos se preste servicio de recogida de comida y/o bebida en el local o envío a domicilio.
La tercera ola
La Comunidad Valenciana había pasado de ser una de las regiones con mejores datos durante la primera ola de la pandemia a ser la peor en la tercera. Se sucedían las críticas, algunas justificadas y otras no. La imagen de la Comunidad en toda España estaba por los suelos después de que uno de los famosos hospitales de campaña construidos con lonas no resistiese un vendaval.
Comenzaba a triunfar la tesis de la buena gestión de la madrileña Isabel Díaz Ayuso al construir el Hospital Zendal de Madrid con todo tipo de garantías. Las elecciones autonómicas le darían la razón.
Medidas extremas
Todas esas medidas adoptadas por Barceló consiguieron aplanar la curva de contagios. El mes de mayo Ximo Puig proclamaba que la Comunidad Valenciana era la región europea que mejor situación presentaba de incidencia del virus. Pero ¿a qué coste?
El cierre de bares y restaurantes se mantuvo hasta marzo. El cierre perimetral de la Comunidad Valenciana se extendió más de cuatro meses, hasta el 9 de mayo. Frente a esta situación, el Gobierno regional no dejaba de compararse con Madrid, donde se mantuvo la actividad económica en todo momento. Y es que la presión hospitalaria y ocupación de camas UCI, criterio mantenido para las restricciones, no aumentaba de forma alarmante.
De hecho, Madrid con una mayor exposición por concentración de población, no lidera ni mucho menos las peores estadísticas de la pandemia. En muertes, se sitúa por detrás de Castilla-La Mancha, Castilla y León, Aragón y La Rioja en función de su población (por cada 100.000 habitantes).
El número total de pruebas realizadas para el seguimiento de los casos y las vacunaciones están demostrando ser la clave para gestionar de forma correcta la incidencia del virus en cada territorio. Y la Comunidad Valenciana, según las últimas informaciones, no puede sacar pecho.
En las últimas horas hemos conocido que las últimas personas fallecidas en la Comunidad no estaban vacunadas, según ha explicado Ximo Puig, quien ha hecho un llamamiento a la vacunación. También, que durante la última semana hemos llegado a tasas de contagiados de febrero, en lo peor de la tercera ola.
Así las cosas, ¿para qué han servido tantos esfuerzos, tantos negocios cerrados, tantas personas sin poder trabajar, sin poder desplazarse o reunirse con familiares y amigos? ¿Para qué ha servido la criminalización del turismo, la hostelería y ocio que ha hecho durante meses el Gobierno valenciano? Ana Barceló será preguntada hoy por todos estos hechos.