Pablo es un joven de 23 años que todavía no ha podido acceder al mercado laboral. Y no es porque no quiera; él se ha formado, ha sacado adelanto un módulo FP de Informática y está listo para firmar un contrato. El problema es que, pese a su capacidad e intelecto, pesa más el estigma que arrastra por tener Asperger, que se traduce en una habilidades sociales menos desarrolladas.
Al final, como él, el 85% de las personas que padecen este trastorno del neurodesarrollo se quedan sin poder trabajar, según datos de la Confederación Asperger España (CONFAE), cuya delegación alicantina, la Asociación Asperger Alicante-TEA (ASPALI), celebra hoy, 18 de febrero, el Día Internacional del Síndrome Asperger.
¿Qué pasa, pues, con estas personas? Desde ASPALI piden el reconocimiento de la Discapacidad Social o Psicosocial para todos los Trastornos del Espectro Autista (TEA). Quien lo cuenta es Inmaculada Burgui, presidenta de la asociación y madre de Pablo. Le pedimos si es posible hablar con él para conocer de cerca su historia, pero reconoce que siente "vergüenza" al interactuar con la gente y que le resulta imposible.
Las personas Asperger "tienen muchos problemas de integración social porque su cerebro no procesa la información igual y les cueste entender a sus compañeros, no entienden el lenguaje no verbal y son repetititvos", responde Burgui.
Cuenta Inmaculada que, desde que tenía 2 años, "le veía cositas", pero no fue hasta los 12 cuando le hicieron el diagnóstico certero. "Lo que pasa es que el Asperger como tal se considera y diagnostica desde el 2007 en España y ha ido avanzando, antes era más desconocido", explica. Con los años, el diagnóstico se ha acelerado, y por lo tanto también el tratamiento.
Con el diagnóstico en la mano, Pablo fue a la asociación alicantina, donde los psicólogos le han venido enseñando habilidades sociales y también pudo formar parte de un grupo de amigos.
Así pasó su adolescencia hasta que se decidió por la Informática, "pero el acceso al trabajo es super difícil y eso que tiene reconocida la discapacidad". En su caso, del 46%. "No es algo habitual", asegura Inmaculada, "a muchos, o no se la dan, o se la dan y luego se la quitan, cuando tienen más de 18 años".
Al final, "Pablo está en casa sin trabajar". "Yo le pido que me ayude en el trabajo", avanza esta economista, "y se lo pago para que se sienta mejor". Desde la asociación que dirige, precisamente, están elaborando un plan especial de empleo porque el resultado es que "se quedan en tierra de nadie en el mercado laboral". "Académica y cognitivamente son personas totalmente normales pero tienen esas rigidez social que les dificulta", añade.
Incomprendidos
De acuerdo con el manifiesto que CONFAE ha lanzado a nivel nacional este 2022, ASPALI también expresa que pese al esfuerzo de las familias y de las propias personas Asperger en estos años para visibilizar su situación y necesidades, "aún existe un significativo desconocimiento, entre los profesionales y la sociedad en general, de las características del síndrome de Asperger".
"No estamos hablando de una enfermedad mental ni una discapacidad intelectual y, por ello, no encaja en las categorías establecidas en la provisión de apoyos para las personas con discapacidad, limitando así muy a menudo el acceso a derechos fundamentales como el derecho a un diagnóstico, el reconocimiento oficial de su discapacidad y dependencia, la inclusión laboral en el ámbito público y privado, y el acceso a medidas de apoyo en el ámbito educativo, entre otros", se puede leer en el comunicado.
Hablando, por lo tanto, de que el síndrome de Asperger "es una discapacidad fundamentalmente social", sin dejarles trabajar en la mayoría de los casos y con escasas perspectivas de alcanzar autonomía y la independencia familiar.
"Odio al diferente"
Por si fuera poco, y en el contexto actual de pandemia, la situación de las personas con discapacidad "ha empeorado significativamente debido a las limitaciones de presencialidad y movimiento", que tan bien les viene.
A esto hay que sumar "el discurso del odio al diferente" que se ha ido generando en los últimos años, "encontrando víctimas fáciles en personas Asperger y otros TEA, incapaces de detectar las intenciones de otros y reaccionar ante situaciones de abuso y acoso". "Está sociedad necesita más empatía", concluye Inmaculada.
Sin poder organizar el mercadillo solidario por las dificultades de las medidas Covid, este año Aspali se debe conformar con ver cómo se ilumina este viernes la plaza de Luceros de color azul -por segundo año- como gesto de homenaje y apoyo de los alicantinos.