Alicante

Los sueños lúcidos, las experiencias psicodélicas, la visión intuitiva, incluso la meditación, son parte de la constelación de fenómenos que están en los "márgenes de la ciencia" y que estudia Álex Gómez-Marín, científico del CSIC en el laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante. Este físico teórico, cuya experiencia cercana a la muerte -como otro de estos fenómenos- contó en esta entrevista recientemente, inaugura hoy con EL ESPAÑOL De Alicante la sección 'En los márgenes de la consciencia' bajo la premisa de que hay que "aventurarse a lo desconocido, en vez de recrearse en lo que creemos que ya sabemos".  

Empecemos por los cimientos. ¿Qué es la consciencia? 

Podríamos decir que es la experiencia subjetiva inmediata. Por un lado, uno puede ser consciente de que le pisan. Por otro, se da el milagro cotidiano de “saberse ser”. Todo el mundo que esté leyendo esto (si no es un zombi, o un algoritmo) sabrá de qué hablo. Sin embargo, las definiciones pueden volverse complicadas.

Hablas del concepto quizá todavía desconocido de la ciencia de la mente, que entiendo que es sinónimo de la ciencia de la conciencia. 

Mente y consciencia no son sinónimas, pero por ahora podemos tratarlos como si lo fueran. Fíjate que lo que llamamos “la ciencia” está compuesta de muchas ciencias, y cada una tiene su estilo y su objeto de estudio: la energía, la célula, el corazón, la sociedad, la economía, etc.

La ciencia moderna tal y como la conocemos se fundó hace cuatro siglos. Empezó siendo física. Todas las demás ciencias han crecido queriéndose parecer a la física. Sin embargo, por muy difícil que nos parezca, empezamos por lo más fácil, que es la materia, y dejamos de lado la mente. Esto ha dado muchos frutos, pero es hora de regresar al futuro y plantear sin tapujos una ciencia de la mente.

¡Se ha abierto la caja de Pandora! Hasta los años 90 del siglo pasado el estudio científico de la consciencia era tabú

El estudio científico de la conciencia empieza a ser una realidad ahora. Ha costado ponerlo sobre la mesa. 

En efecto. ¡Se ha abierto la caja de Pandora! Hasta los años 90 del siglo pasado el estudio científico de la consciencia era tabú. Sin embargo, la ortodoxia ha ido cediendo y ahora dicha investigación está en auge. Tras abordar el comportamiento y la cognición, los neurocientíficos no podríamos seguir ignorando “la otra c”, es decir, la consciencia.

En tus estudios hablas de una constelación de fenómenos que están en esos márgenes de la ciencia, ¿de qué ejemplos se tratan exactamente?

Esto que mencionas es muy importante. Obviamente hay innumerables fenómenos que podemos estudiar en los laboratorios, como por ejemplo la percepción del color rojo.

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A mí me interesan especialmente lo que llamo “los márgenes de la consciencia”. Les llamo márgenes en un doble sentido. Primero porque son fenómenos habitualmente marginados. Por razones complejas y desafortunadas no se los quiere tocar, y menos en público, y aún menos científicamente. Parece que si los estudias, te manchas las manos y la reputación. Ahora verás cuando los enumere.

Y el otro sentido de la palabra margen evoca la idea de que son ciencia de frontera. Yo creo que en vez de apartarlos es precisamente ahí adonde hay que ir a buscar para arrojar más luz al misterio de la consciencia humana. En definitiva, aventurarse a lo desconocido, en vez de recrearse en lo que creemos que ya sabemos.

Entonces, ¿ejemplos de los márgenes de la conciencia? Uno ya lo discutimos en una entrevista anterior en este medio: las experiencias cercanas a la muerte. ¿Qué pasa con la mente cuando el cerebro muere?

Otro ejemplo serían los sueños, y en particular los sueños lúcidos, en los que quien sueña es consciente de que sueña.

Otro ejemplo serían los sueños, y en particular los sueños lúcidos, en los que quien sueña es consciente de que sueña. Soñar es un proceso mental muy peculiar y que damos fácilmente por descontado. Muchas tradiciones los han explorado sistemáticamente. Si la mente fuera agua, la vigilia sería un río y los sueños nubes.

Luego tenemos las experiencias psicodélicas (que literalmente significa “que manifiesta el alma”), los llamados estados alterados de consciencia. Es increíble cómo una molécula puede abrir el filtro cerebral e inducir un torrente de mente de tal caudal. No se trata de “drogas”, sino de plantas sagradas. Su uso no debería reducirse a lo recreacional. Su efecto es transformador.

Y hay más, por supuesto, como la meditación o la visión intuitiva. La lista es larga y de interés no sólo para los neurocientíficos actuales, sino para toda la humanidad. Creo que, estudiando seriamente estos fenómenos, una nueva ciencia de la consciencia es inevitable.

Sobre los sueños lúcidos, ¿cómo son? ¿Se pueden llegar a alcanzar voluntariamente tras un ejercicio o son unas personas más propensas a ello que otras?  

Yo no soy un gran soñador. Mis sueños suelen ser poco interesantes y olvido la mayoría de ellos. Pero, como todo en la vida, uno nace pero también se hace. Es decir, independientemente de nuestro talento innato, podemos practicar. Quien quiere acabar una maratón, tiene que correr tantos kilómetros a la semana. Quien quiere tocar la guitarra, tiene que aprender a afinar las cuerdas y coordinar sus dedos. Lo mismo con la mente.

Conozco a algunas personas con una vida onírica riquísima. Es espectacular lo que cuentan que hacen en sus sueños. Hay gente que trata de quedar con otros soñadores, como harías en un videojuego. ¿Será eso realmente posible? Por cierto, los sueños lúcidos están estrechamente relacionados con otro de los márgenes de la consciencia que no he mencionado antes: las experiencias fuera del cuerpo.

En las experiencias cercanas a la muerte, los casos más espectaculares son aquellos en los que alguien se ve a sí mismo.

Y resulta que, volviendo a las experiencias cercanas a la muerte, los casos más espectaculares son aquellos en los que alguien se ve a sí mismo desde arriba en la mesa de operaciones y, tras ser reanimado, cuenta detalles de cosas que oyó o vio que no encuentran explicación bajo la creencia de que la mente no es nada más que la actividad del cerebro.

Sobre las experiencias psicodélicas, en este caso, ¿su estudio podría tener una utilidad para combatir las adicciones? 

Para entender esto, recomiendo la miniserie “Cómo cambiar tu mente”. Está basada en el libro homónimo de Michael Pollan, que cuenta los usos psicoterapéuticos del LSD, la psilocibina, el MDMA, y la mescalina. Hubo varias investigaciones muy prometedoras hace más de medio siglo, pero el gobierno norteamericano decidió prohibir no sólo su consumo sino toda investigación científica y médica.

La llamada “guerra contra las drogas” de Nixon fue una maniobra política que se cebó con los hippies y dejo congeladas durante décadas las fabulosas aplicaciones de estas sustancias para combatir la depresión o el alcoholismo. Es una vergüenza y una desgracia que hasta hace poco no se hayan reanudado estas investigaciones en los laboratorios. Son buenas noticias, aunque hay que ser cautos pues no es lo mismo la sabiduría del chamán que la codicia de las farmacéuticas.

Pues de eso aún, imagino que aún quedará un tiempo en saberse su eficacia, ¿no?  

Su eficacia terapéutica, insisto, se conoce. Pero es importante replicar los estudios y seguir profundizando en la comprensión de los procesos bioquímicos que dan lugar a tales experiencias que resultan ser transformadoras no sólo a nivel clínico, sino también, me atrevería a decir, a nivel espiritual. La mayoría de los que hemos experimentado con Ayahuasca u hongos alucinógenos sabemos que lo que sucede en esos viajes deja una huella indeleble y maravillosa en la mente del viajero.

Y, para seguir ahondando sobre el proceso de morir, ¿qué opinión te merece el reciente estudio publicado sobre la actividad cerebral en cuatro pacientes muertos? 

El estudio que mencionas es muy reciente, de hace un par de semanas. Los resultados son interesantes y su interpretación es francamente intrigante. Los autores analizaron las señales electroencefalográficas de cuatro pacientes en coma cuando se les desconectó la ventilación asistida y encontraron, en dos de ellos, un aumento súbito de la actividad en zonas cerebrales que se creen críticas para el procesamiento consciente. Los autores han sido prudentes respecto a la interpretación de sus datos fisiológicos. Pero su descubrimiento indica que en el cerebro de un moribundo, incluso después de que cese la respiración y el latir del corazón, todavía puede haber actividad relevante. Como es obvio, es muy difícil llevar a cabo este tipo de estudios. Lo que sucede en el cerebro de un humano durante el proceso de morir es “terra incógnita”. Y lo que sucede en su mente es, si cabe, aún más fascinante.