Zaragoza

Es mucha la diferencia horaria entre España y Estados Unidos, pero Samuel no tiene ningún problema en levantarse temprano para atender una videollamada. Aquí es la una del mediodía, allí acaba de amanecer. El cielo de Nueva York se parece al de Zaragoza: despejado y con algunas nubes; pero la luz es distinta, allí aún dura cierta bruma matutina.

Hace años que se presentó a la Evau, ya está terminando la carrera, y su estancia al otro lado del charco, supera los seis años: “Vivir aquí es una gran oportunidad, una experiencia brutal que me ha permitido conocer a mucha gente con culturas muy diferentes”, cuenta.

El turolense de 23 años estudia ingeniería biomédica en la Universidad de Búfalo; aunque con su nota de selectividad bien podría haberse quedado en Zaragoza, casi un 13 sobre 14. “Mis abuelos me decían que me quedara en España, que con esa nota podía entrar a lo que quisiera”, recuerda el joven entre risas y cierta nostalgia. Lleva en el continente americano desde los 16 años, pues se fue allí a jugar al baloncesto.

Samuel jugando al baloncesto. E.E

Samuel Pérez destacaba entre sus compañeros por ser uno de los más altos, le gustaba el baloncesto pero en su colegio no había equipos. “Mi padre se movió muchísimo para montar un equipo, y consiguió que la gente se animara e ilusionara”, explica. “Él es árbitro de baloncesto desde que era joven y mi madre era oficial de mesa, así se conocieron, y desde que nací me empezaron a transmitir la pasión por este deporte. Cuando era muy pequeño ponían partidos de baloncesto en la tele para verlos y yo los veía con ellos. Cuando España ganó el mundial de Japón de 2006  yo tenía solo 3 años, pero fue ahí cuando les dije a mis padres que quería jugar a baloncesto”, y así comenzó todo.

Enseguida empezó a jugar con el Teruel y en 4º de primaria ya llamaba la atención. Pasó a jugar con el Cuarte de Huerva, iba y venía cada día para los entrenamientos. En 1º de la ESO le ficharon en el Valencia Basket, donde estuvo 2 años, luego pasó al Cullera de Valencia, y en 4º de la ESO, recién cumplidos los 16 ojeadores estadounidenses le propusieron ir a jugar allí.

Durante un tiempo compaginó el baloncesto con los estudios, y desde allí se preparó la prueba de acceso a la universidad. “Iba muy bien preparado, porque pude tomar clases de un nivel avanzado, como si fuera universitario”, explica. Volvió a Teruel a examinarse y con su 12 alto, dio una grata alegría a sus padres. “Estaban felices, súper contentos por mí y por mis resultados académicos. Aunque les daba mucha pena que me fuera de vuelta a EE. UU. Es normal que tuvieran esa reacción, pero mis padres siempre se han sacrificado por mí, y mientras yo fuera feliz me apoyaban”, cuenta Samuel.

Samuel estudiando en la Universidad. E.E

“A Estados Unidos vine para un año, pero ya llevo 6. El baloncesto lo tuve que dejar porque era incompatible con la ingeniería. Son dos mundos muy exigentes y tuve que elegir”, agrega. Aunque ya no se dedica a nivel profesional al baloncesto, le sigue apasionando y echa una mano al equipo universitario: “Para mí, el baloncesto es una vía de escape, una desconexión mental que me ayuda a tener paz y a estar tranquilo”. Dice, además, que el deporte le ayuda a despejarse cuando tiene temporadas intensas de estudio.

“Decidí estudiar ingeniería biomédica por mi pasión por ayudar a las personas, desde pequeño quería trabajar en algo que estuviese relacionado con el sector sanitario, y cuando empecé la ESO, me interesó mucho la parte de las ciencias y de las tecnologías; descubrí lo que hacen los ingenieros biomédicos, y supe que eso era a lo que me quería dedicar”, expone. Precisamente es lo que estudia en la Universidad de Búfalo: “Cuando termine este año, me gustaría empezar a trabajar, un máster no lo tengo totalmente descartado, pero mi idea principal es encontrar un trabajo, ya sea en España o en cualquier otra parte del mundo. Aunque me gustaría poder volver a Teruel para estar cerca de mi familia”, reconoce el joven turolense.

La conversación tiene que ir acabando, aquí ya es la hora de comer, y para él debe comenzar la jornada. “Para el que se esfuerza todo es posible, la ingeniería y el sector sanitario pueden ser cuesta arriba, pero todo esfuerzo tiene su recompensa”, va concluyendo. "Los chavales que quieran venir a estudiar a Estados Unidos, si tienen alguna habilidad deportiva o artística tienen muchas posibilidades. Yo lo recomiendo aunque sea una temporada corta, para poder tener nuevas experiencias, y sobre todo apreciar a la vuelta, que España es un gran sitio para vivir”, se despide.