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Los grafiteros no dan tregua a la Seo. Sus firmas se han multiplicado en los últimos meses en la fachada de la catedral, Bien de Interés Cultural (BIC). Actualmente las hay de prácticamente de todos los tamaños y colores y afectan, especialmente, al entorno de la calle del Cisne y la de Pabostria.

Desde que en diciembre de 2022 la Policía Local sorprendiese a tres jóvenes ensuciando la fachada de la catedral de San Salvador con espray negro, muchos han sido los 'artistas callejeros' que han estampado su 'firma' incluyendo símbolos anarquistas y varios 'te quiero', estrellas y corazones.

Desde el Arzobispado tratan de actuar "inmediatamente" tras cada acto vandálico, pero su frecuencia ha hecho ya no se dé abasto con lo que se considera abiertamente un problema "público, social y cultural". No en vano, son incontables los edificios y monumentos que sufren esta lacra en la ciudad, desde la recién inaugurada estatua de Héroes del Silencio hasta la ampliación del parque Pignatelli o las vallas de las torres del Pilar, que han tenido que ser repintadas en varias ocasiones.

La situación comienza a recordar a la de la iglesia de La Magdalena, donde sus responsables terminaron desistiendo ante la gran cantidad de grafitis, que volvían a aparecer días después de ser eliminados. El principal hándicap, en este y otros casos, está en que la falta de cámaras y testigos hace prácticamente imposible dar con los infractores.

Desde el Arzobispado se ha recurrido a la Policía en múltiples ocasiones pero el problema, lejos de remitir, parece haber empeorado este 2024. Basta con recorrer el exterior de la catedral para ver iniciales de unos llamativos colores verde, rosa y amarillo o mensajes contra la Policía.

Otros de los grafitis de la fachada. E. E.

Y todo esto, a pesar de que la nueva ordenanza de limpieza y gestión de residuos del Ayuntamiento de Zaragoza castiga con mayor dureza este tipo de comportamientos, con sanciones que pueden llegar a los 3.000 euros contra quienes dañen el patrimonio histórico de la ciudad.

Este tipo de infracciones pueden llegar a afectar a los materiales de la fachada, que en varios tramos luce ya 'borrones' negros y grises fruto de los grafitis pintados y su limpieza posterior con capas finas de cemento.

El hecho de que se trate de un Bien de Interés Cultural hace que no se pueda aplicar, por ejemplo, agua a presión, para evitar posibles afecciones. Por eso, cada nueva pintada resulta mucho más dañina que si se produjera en otros edificios o equipamientos de la ciudad.