Zaragoza
Publicada
Actualizada

Una mesa de plástico, bocadillos de pan Bimbo, cerveza, vino, pulgares arriba y sonrisas. La imagen no tendría nada de raro de no ser porque la mesa está en una de las calles de Catarroja más castigadas por la DANA y los comensales acaban de perderlo todo.

La estampa es el vivo reflejo de la esperanza tras la desolación; un ejemplo de hasta qué punto los efectivos del operativo de ayuda y los miles de afectados por la catástrofe terminan estrechando lazos tras incansables horas de trabajo para devolver la normalidad a la localidad.

En ella se ve a Juan Millán, oficial del parque de Bomberos de Teruel que ha formado parte del dispositivo aragonés coordinado desde el 112. También están vecinos como Pedro o Mari Carmen después de recuperar una calle, la de Galicia, que solo unas horas antes estaba “hasta arriba” de coches, enseres y basura. “Estuvieron todo el rato colaborando con nosotros y se mostraron muy agradecidos por la ayuda”, cuenta.

Esta suerte de ‘celebración’ tras la limpieza y el baldeo de la calle permitió ver las primeras sonrisas tras interminables jornadas en las que el lodo estaba “por todas partes”. La imagen refleja, también, una triste realidad, ya que muchas personas siguen sin poder entrar a sus casas a comer y cenar porque están llenas de barro. “Cuando nos íbamos me dijeron que me acercase a verles, que querían hacerse una foto con nosotros”, recuerda Millán.

Él es bombero desde hace 25 años, y aunque en las últimas décadas ha vivido días “duros”, nada se puede comparar al “dantesco” panorama que, más de una semana después de la DANA, se vive en la Comunidad Valenciana. “Por muy profesionales que seamos, te va calando. En caliente, cuando estás trabajando, no te afecta, pero después sí. Muchas personas se han quedado sin casa, coche ni trabajo. Esperemos que las instituciones no les dejen de la mano”, dice.

Él ha estado sobre el terreno cerca de 70 horas sin apenas descanso. En las primeras, las tareas se centraron en revisar hasta 2.500 vehículos para comprobar que no había víctimas mortales en el interior. Después, ya a pie de calle, tocó retirar enseres y limpiar. “Hemos colaborado con los vecinos desde el principio, la gente está encantada con la ayuda. Después de tanto tiempo empatizas con ellos y ellos con nosotros”, explica.

Al principio, completa Pablo Acebes, jefe operaciones del Puesto de Mando Avanzado de Aragón en Catarroja, la gente estaba “desesperada” y “muy cabreada” por la respuesta de las instituciones, aunque ahora, el ambiente empieza estar más ‘relajado’.

“Nos animan bastante, nos dicen ¡Venga, maños! Lo positivo es ver que todo ese trabajo da sus frutos. Hay momentos en los que te sientes un poco frustrado porque hay mucha gente por medio, pero mantenemos la moral alta y seguimos trabajando todo lo que podemos; echando muchas horas”, completa.

El operativo de Aragón, integrado por más de 240 profesionales y voluntarios, está prácticamente las 24 horas. Hay personas que están trabajando 18 y 19 horas en las 17 hectáreas asignadas, divididas a su vez en cuatro subsectores. “Contamos con un equipo de psicólogos que van visitando a la gente e intentando hacer algún taller de terapia”, señala Acebes.