Zaragoza
Publicada
Actualizada

Mavi Doñate (Zaragoza, 1971) es una de las periodistas más reconocidas de España y una de las imágenes por excelencia de Televisión Española. La corresponsal de TVE se encuentra actualmente en París (desde 2021), pero en su amplia experiencia destaca su labor durante la pandemia del coronavirus destinada en Pekín (China).

La periodista zaragozana participa este lunes 28 de octubre a partir de las 19.00 en el ciclo 'Corresponsales' en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Así pues, la primera cita del programa, coordinado por la periodista Genoveva Crespo, contará con el prestigio y los testimonios de Mavi Doñate, quien ha recibido diversos galardones por su trayectoria profesional como el Premio Ondas 2020 a mejor presentadora.

La aragonesa repasa algunas de sus experiencias profesionales, así como reflexiona sobre la situación del periodismo en España.

P.- Siempre había soñado con ser corresponsal, pero con los años desistió de esa ambición, hasta que le llegó el momento. ¿Cómo fue? ¿Fue fácil aceptarlo?

R.- Desde que entré en Televisión Española en 1997 siempre había querido ser corresponsal, pero como son los jefes los que deciden, ya había abandonado esa idea. Yo hacía tribunales, me lo pasaba muy bien. Llegó el terremoto de Nepal en 2015 y me mandaron con otros dos compañeros a hacer la cobertura. Estuvimos 15 días y a la vuelta me hicieron la pregunta de si yo me iría a Pekín.

Me pilló muy desprevenida. Había cogido unos días de libranza y me fui a descansar con mi marido a un pueblo del Pirineo. Fueron dos o tres días en los que me tuve que mentalizar. Hablé con mi entorno, todos me animaron, me dijeron que no me lo pensara, que era lo que había querido siempre y que si no me gustaba podía volver.

Finalmente, lo cogí. Me fui llorando y volví llorando de China. En el avión sentía vértigo y una enorme responsabilidad, y volví llorando después de seis años de todo lo que había vivido allí y todo lo que dejaba, gente, experiencias...

P.- ¿Cree que era su destino?

R.- No, no soy muy creyente del destino. Los chinos dicen que hay una frase de que ser periodista o cuando tienes vocación es que los dioses eligen para ti y tú no puedes escapar de ello. Es la definición que tienen de trabajo vocacional.

Ser corresponsal era mi deseo, pero llegó un punto en el que dije "no pasa nada si no sale". Muchas veces es estar en el momento justo. Obviamente, a cualquier puesto de responsabilidad llegas después de estar preparado, pero también hay que tener una oportunidad, y se dio.

P.-Han pasado casi 10 años desde que comenzó su aventura fuera de España. ¿Cómo es la vida de una corresponsal en el extranjero y el estar tan lejos de su familia?

R.- Es una vida muy anegada, es estar pendiente siempre de lo que pasa. No hace falta que estés físicamente en la oficina, a las 22.00 no vas a estar si ya has acabado un telediario, pero sí que tienes que estar pendiente constantemente, no te separas del móvil. Madrugas, empiezas con los digitales franceses, viendo la televisión francesa, repasas también los diarios españoles. Es muy sacrificado, realmente te tiene que gustar el periodismo para dedicarte a ser corresponsal.

P.- Vivió de primera mano el nacimiento y expansión del coronavirus desde Pekín. ¿Qué destacaría de esa experiencia, tanto personalmente como profesionalmente? ¿Cómo fue informar de todo?

R.- Fue complicado porque China no es un país muy transparente. No fluía la información, menos al principio, cuando nos llegaban noticias de Wuhan, que si había muertos, que si no. Había mucha incertidumbre, mucho temor, imágenes que nos impactaban. Por ejemplo, ver una ciudad como Pekín con sus 22 millones de habitantes completamente vacía, vacía de todo, de gente, de olores, de los puestos de comida, de ruidos.

Parecía que había caído una bomba nuclear. Fue incertidumbre y temor, aunque sabíamos que teníamos la responsabilidad de seguir informando. Esta se multiplicó cuando el coronavirus se extendió al resto del mundo porque cualquier cosa, por pequeñita que fuese, que informásemos iba a ser relevante. Llevábamos meses de ventaja. Estábamos hablando de salud, teníamos que vencer muchas barreras, a veces políticas, que se estaban dando en España. Entonces, fue esa responsabilidad de contar, ante todo, aunque no fuera amable, lo que se estaba viviendo ahí y que estábamos jugando con la salud de la gente.

P.- ¿Pensó en algún momento en volver a España?

R.- No, para nada. No vas a salir corriendo. Personalmente, tenía la sensación de que estábamos en un momento especial, en una cobertura importante y trascendente, más aún cuando el coronavirus llegó, primero a Italia, después a España. Incluso si se hubiese quedado allí, sabíamos que era algo importante.

Veíamos a los chinos aterrorizados, veíamos un gobierno que hasta el 23 de enero de 2020 no dio un golpe en la mesa. Aunque mi familia me dijo de volver, yo solo pensaba en seguir con todas las precauciones.

P.- Como ha mencionado, China es un país en el que la información está muy controlada. ¿Lo sufre igual un medio internacional que uno local?

R.- Para los medios locales es peor. Cuando llegué a China en octubre de 2015, el presidente Xi Jinping ya estaba empezando a controlar todo, a todos los medios para decir que había que cerrar filas en torno al Partido Comunista Chino, con lo cual hay consignas, hay castigos para quien se sale de la letra pequeña.

Nosotros teníamos la libertad, obviamente, de que somos medios occidentales que como mucho no nos renovaban el visado, pero a ellos les podían meter en prisión, podían hacerle la vida imposible a sus familias. En estos regímenes y en estos países, quien se lleva la peor parte no somos nosotros, es la prensa local y nacional.

P.- Hace dos años publicó su libro 'Bajo la mirada del dragón despierto', en el que cuenta esa cobertura periodística. ¿Por qué decidió escribirlo?

R.- Primero empecé con unos apuntes. A mí eso me parecía tan extraordinario y tan anormal, que hacía una especie de diario, aparte de lo que contaba para Televisión Española. Un día comentándolo con un amigo diplomático, me dijo que tenía que contarlo en un libro. Y así fue. Acababan mis seis años de corresponsalía y era un broche. Es una crónica larga, con cosas que no había contado para los informativos ni para un Informe Semanal.

Apunto a ese despertar del gigante. Cuando llegué a China era un país importante, pero lo afrontaban con humildad. A día de hoy, ya se lo creen, saben que tienen un papel muy importante en el mundo, es un despertar muy progresivo y que ahora pueden tener un parón económico, pero aspiran a estar en ese orden mundial.

La periodista zaragozana participa este lunes en el ciclo 'Corresponsales'.

P.- Cambió Pekín por París, donde este verano ha vivido unos Juegos Olímpicos. ¿Cómo fue está gran cita?

R.- Durante los Juegos Olímpicos, como era deporte vinieron todos los compañeros de TVE, pero sí que es verdad que viví mucho los meses previos y toda la parte que trascendía del deporte. La manera en la que la ciudad se transformaba, como todos, incluidos los periodistas, éramos un poco escépticos de que saliese bien, porque París muchas veces es una ciudad un poco caótica y realmente salió todo de forma maravillosa. Estaba el miedo a un atentado terrorista, que siempre está en Francia por toda su personalidad y fue una gran experiencia en todos los sentidos.

P.- El cambio cultural entre un país y otro es enorme, pero ¿es muy diferente su día a día?

R.- No ha cambiado, porque un corresponsal es un periodista desplazado, el oficio de ver, oír y contar es un prácticamente igual en todas las partes. Cambia que es un país aparentemente más fácil que China, más parecido al nuestro, no tienen ese componente de enemistad con los medios.

También la diferencia horaria, estamos en el mismo huso horario, en China íbamos por delante seis o siete horas, con lo cual también te modifica la rutina del día a día. Yo me acuerdo que en China nuestras 14.00 eran cuando en España se empezaba a mover todo. Aquí no, aquí tienes que levantarte con ellos y tienes que acostarte con ellos, con lo cual estás todo el día. Ventaja y no ventaja, porque en China tenías ese margen de mañana que si no tenías un rodaje, tenías una mañana para ti.

P.- Las últimas semanas se ha centrado en el caso de la violación múltiple de Gisele, un caso muy duro. ¿Afecta vivirlo tan de cerca?

R.- Es un caso muy difícil como mujer. A mí nunca me había pasado que se viesen en la sala los vídeos explícitos de unas relaciones sexuales, vamos a llamarles agresiones o violaciones. Es un caso extraordinario porque nunca se había dado que a una mujer la violasen tantos hombres durante 10 años y además comandados por su marido. Es un caso extraordinario porque ella es muy digna y está siendo tan valiente que en el fondo te da un ejemplo día a día y te anima.

Ella es la víctima, los que han hecho el delito son los otros, no se tiene que esconder. Está siendo muy valiente de ver en la sala esos vídeos, es muy duro y te das cuenta de que efectivamente ella puede mirar la pantalla o no, pero los que no miran y los que no se enfrentan a la realidad son los agresores, son los acusados.

Es un ejemplo y es un ánimo a seguir y a pedir incluso en nuestro país que funcionen todos los mecanismos para que las mujeres no tengan miedo a denunciar esas agresiones por mucho que la persona que te ha agredido sea poderosa. Tenemos que seguir vigilantes, no está en España nada ganado, a las mujeres que denuncian hay que apoyarlas y animarlas.

P.- Una valoración de la situación del periodismo en España.

R.- No soy nada optimista, creo que hay una gran bolsa de periodistas, sobre todo jóvenes, pero hace falta medios y salarios dignos y apoyos dignos. Creo que se hace un periodismo muy de trinchera y yo lo comparo con Francia y ahí el periodismo es un oficio dignificado, es un oficio valorado, es un oficio respetado, respaldado por buenos salarios, y, sin embargo, en España todavía no se quieren enterar o no nos queremos enterar de que el periodismo es caro y que hay que apostar.

El periodismo es investigación, es sacar temas propios, es destapar y ver que debajo de la alfombra hay polvo que algunos no quieren que se vea. Se nos llena la boca con “sin periodismo no hay democracia”, pero nos estamos cargando un pilar fundamental si no apostamos por el periodismo bien hecho.

P.- Por último, ¿cómo mantiene vivo su amor por el periodismo, la información y la verdad?

R.- A mí lo que me gusta es contar historias. Esto es vocacional, puede ser muy agotador si no tienes vocación, porque es duro mentalmente, es duro físicamente y tienes que estar constantemente ahí, pero yo soy una defensora de contar historias. Soy una romántica empedernida, pero creo que hay historias que pueden mejorar la vida de las personas. Todo cuenta y es bueno echar todo para contar historias bonitas, interesantes e importantes.