María González
Zaragoza
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El camposanto del cementerio de Torrero cuenta con 519.015 metros cuadrados, lo que supone una gran amplitud de terreno con grandes infraestructuras. Para que este lugar sagrado se encuentre en las mejores condiciones trabajan 37 personas en la Brigada del cementerio de Torrero.

Entre ellos, Jesús Herrero, uno de los más veteranos, se ocupa del mantenimiento de este y ha sido enterrador. Este trabajador lleva 33 años cuidando del camposanto para que este a punto, por ejemplo, para días claves como es el 1 de noviembre, día de Todos los Santos.

A lo largo de los años que lleva ha podido observar el cambio de generaciones y cómo ha ido evolucionando la transición de personas por este emblemático lugar de 190 años de antigüedad: "La gente joven pasa más de venir aquí y se nota mucho. Se ve mucha más gente mayor", señala Herrero. Aunque no niega que las nuevas generaciones se siguen viendo por el cementerio, menos, pero siguen.

Este nuevo relevo generacional se ve también, a su parecer, en las decisiones finales: "Son más prácticos y se dedican más a la incineración", explica. Esta tendencia señala que se ha dado en estos últimos años. "Hace 30 años no se incineraba prácticamente nadie, ahora supera el 50%", recalca. En tal solo lo que llevamos de año, hasta octubre se han realizado en las instalaciones del cementerio de Torrero un total de 2.950 cremaciones.

Ante la celebración del día de Todos los Santos se han afanado en que esté todo en las perfectas condiciones. A su trabajo se une el devenir de la gente que viene con días de antelación para dejar las flores y preparar el nicho para el día 1 de noviembre. Sin embargo, las lluvias que han sido protagonistas durante estos últimos días han hecho que esta afluencia baje. Aunque parece ser que es una tendencia que se está dando a lo largo de los años. "A pesar de que viene muchísima gente, cada año se ve menos", relata Herrero.

Jesús Herrero durante sus tareas de mantenimiento del cementerio de Torrero E. E.

A lo largo de un día habitual por el cementerio de Torrero pasan alrededor de 5.000 personas, algo que se multiplica en fechas señaladas y en días previos a estas. Un día flojo de Todos los Santos representa para el cementerio de Torrero un conteo de 30.000 personas a lo largo del día.

Y con tanta gente y la gran extensión de terreno que ocupa el camposanto se ve algún que otro despistado. "El día 1 es un día que acompañas a la gente porque mucha está muy perdida", explica. Según relata este trabajador, muchos de ellos buscan referencias que ven de tiempo en tiempo, pero que luego terminan por desaparecer como un árbol o alguna fuente. "Durante ese día estamos para orientar sobre todo", comenta Herrero. Lo que supone también "una locura" por el ir y venir de gente.

Una de sus tareas que antes realizaba era la retirada de las flores y coronas que se amontonan en los nichos del cementerio. Tras pasar unos días entre la Brigada se ocupaban de la limpieza de esta lo que suponía una gran cantidad de desechos. "Hemos llegado a tirar diez mil kilos de flores y coronas", señala Herrero. Ahora esta tarea se encarga una empresa de limpieza.

El cementerio de Torrero lleno de flores. E. E.

Devotos todos los días

Aunque el día de Todos los Santos es el día más importante para el cementerio de Torrero y el que acumula el mayor número de visitas. Este trabajador recuerda junto a sus compañeros historias de aquellos que eran una parte esencial más del cementerio al acudir al camposanto días sí y día también.

"Había un hombre que venía cada día y a las seis de la mañana nada más abrir las puertas ya estaba entrando él", cuenta Herrero. Este, según cuentan, recorría andando todo el camino desde plaza San Francisco hasta el cementerio: "Hacía 11.000 pasos", señalan los trabajadores. “Son muy pocos, unos siete los que vienen sin falta, pero vienen”, recalca Herrero.

El cementerio de Torrero cuenta con 190 años en funcionamiento, desde que fuera inaugurado solemnemente y bendecido por el entonces arzobispo de la diócesis de Zaragoza, Bernardo Francés Caballero, en 1834.