El reconocimiento de Cariñena como Capital Europea del Vino apunta a marcar un antes y un después en la larga historia ligada al sector que tiene esta localidad. El municipio zaragozano será el gran referente vinícola del próximo 2025 y ya prepara un amplio programa de actividades para dar a conocer toda su cultura y legado, con una treintena de bodegas repartidas en 16 municipios y 14.100 hectáreas.
Así, toda la zona está entregada en cuerpo y alma históricamente al cultivo del vino y la superación de todo tipo de adversidades, como la plaga de la filoxera a finales del siglo XIX. En este 2024, los planes y previsiones pasaban por recoger más de 50 millones de kilos, la mitad de toda la vendimia en Aragón. La innovación y la búsqueda de un vino excelente han sido parte de la Denominación de Origen, creada en 1932 para garantizar y certificar la procedencia y calidad de sus vinos.
Pero la historia del vino en Cariñena está datada desde siglos atrás. El origen de los viñedos aragoneses se sitúa en la región llamada Celtíbera, donde se encontraba la villa romana de Carae (hoy Cariñena) de cuyos habitantes se sabe que bebían vino mezclado con miel allá por el siglo III antes de Cristo.
Ya en 1415 formaban parte de la lista de alimentos preferentes de los que Fernando I de Aragón tenía previsto acompañarse en un proyectado viaje a Niza que finalmente no se llevó a cabo. Según cuenta Esteban Sarasa Sánchez, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, el monarca señaló su preferencia por el vino de Cariñena y Longares, el queso de Peñafiel, los perniles pirenaicos o el trigo de Zaragoza.
La última gran batalla de los vinos de Cariñena tuvo lugar a finales del siglo XIX. La filoxera había acabado con el viñedo francés e importantes familias vinateras del país vecino se asentaron en esta zona aragonesa, que desarrolló a partir de entonces una gran actividad mercantil y científica que conllevó, entre otros cosas, la construcción del ferrocarril de vía estrecha Cariñena-Zaragoza, inaugurado en 1887 para sacar las producciones de la zona.
En 1932, coincidiendo con la creación de las denominaciones de origen se inaugura la Estación Enológica de Cariñena, desde donde se impulsan nuevas técnicas de cultivo y elaboración, pero la Guerra Civil y sus posteriores consecuencias retrasan el giro hacia la calidad hasta los años 70, poco después de que los vinos comenzasen a ser embotellados.
En la actualidad, en Cariñena se producen 17 variedades de uva, siendo la garnacha la más importante en volumen. Todo el trabajo de la Denominación de Origen se unifica bajo el lema “El Vino que Nace de las Piedras”, simbolizando el paisaje de tierra pedregosa del que brota una gran variedad de olores y colores.