Hace unos días se conoció la noticia del cierre de la mítica librería Central de Zaragoza, después de casi 45 años de historia en la ciudad. Ana Belén, la gerente, reconoció con tristeza que habían intentado aguantar, pero no era posible. Así pues, el negocio familiar entró en concurso de acreedores y cuando se liquide el material, cerrará definitivamente sus puertas.
Un vacío que no se llenará y que deja una profunda pena en cada una de las personas que han visitado alguna vez la librería, pero sobre todo, en aquellos fieles clientes de toda la vida.
Todos ellos han transmitido su cariño y apoyo a la librería Central, en redes sociales o en persona. Una de ellas es Eva, una maestra de un colegio público de Educación Especial en Zaragoza y abonada desde hace años al negocio de Corona de Aragón.
Sin duda, la noticia del cierre era algo que no esperaba: “En el colegio tenemos una cuenta abierta allí, además de un dinero de becas que utilizamos para comprar material. La secretaría nos mandó un mensaje y nos avisó de que teníamos que gastar el remanente porque iba a cerrar. Me quedé en shock. No es solo tema de trabajo, es que la librería Central me ha acompañado a lo largo de muchos años de mi vida”.
De hecho, al principio Eva creyó que solo bajaba la persiana la parte de libros de texto, pero al llegar a casa, junto a su marido y su hija, se enteró de que afectaba a todo.
En su familia estuvieron “varios días muy tristes” y recuerda la relación personal con algunos de los empleados. Por ejemplo, la fiel clienta mencionaba a Javier, con quien ha tenido un trato muy directo.
Para ella, el adiós de la librería Central es una gran pena por varios motivos. “Es un negocio de toda la vida en el barrio, vivo cerca de allí y el local se queda vacío. Además, somos una familia muy lectora y ha sido un referente para nosotros. Nos ha acompañado siempre”.
La aragonesa, de 55 años, comenzó a visitar esta cuna de la cultura cuando entró a la Universidad a estudiar la carrera de Magisterio. “Había muchos libros de psicología, de cosas de pedagogía, logopedia, juegos educativos, cuento infantil. Siempre estaba allí mirando”, recuerda Eva.
No obstante, esa pasión no quedó ahí. Más adelante fue a por los libros de oposiciones, luego novelas, o también mucho material escolar. Como ella, su marido (socio de la tienda) y su hija.
En cuanto a la situación que ha vivido la familia Casanova, Eva entiende que los hábitos de consumo han cambiado, aunque reconoce que no lo comparte.
Recuerdos
La larga trayectoria acudiendo a la librería Central ha hecho que Eva acumule numerosos recuerdos bonitos. Esta clienta guarda muchos, pero destaca uno muy especial.
“Cuando mi hija era más pequeña hacía siempre una lista de regalos de Navidad. Pedía muchos libros y mi marido y yo íbamos a la librería a buscarlos. Era muy bonito porque veíamos que seguía el gusto por la lectura que teníamos nosotros”, explica.
Volviendo años atrás, a esa época universitaria, también se acuerda de algunas largas visitas: “Ir a la librería era como el que va a El Corte Inglés. Ahora vas y está más vacía, ha cambiado la estructura, pero entonces había una planta entera que era solamente de tema educativo, e íbamos con compañeras. Podíamos pasar mucho rato y nos atendían siempre muy bien”.
Un puñado de recuerdos y emociones se despiertan con el adiós de la librería Central de Zaragoza. Para Joaquín, Ana Belén y toda la familia, los empleados, el barrio y los clientes, porque, como Eva, hay muchos que no se olvidarán de este pequeño búnker cultural.