Zaragoza
Publicada

La tarde del 30 de octubre significó un antes y un después para la embotelladora aragonesa Fontecabras. La planta que esta empresa tiene en Jaraba, una localidad de cerca de 300 habitantes en la comarca Comunidad de Calatayud, quedó arrasada por la crecida del río Mesa, impidiendo que pudiera continuar con su actividad desde entonces y sin visos de poder volver a la normalidad a corto plazo.

De hecho, la riada dejó metro y medio de barro en la fábrica, que ha dejado a todas sus máquinas prácticamente inutilizables. Desde ahí producían agua que distribuían principalmente por todo Aragón, aunque también vendían por Navarra, País Vasco, Cataluña y parte de Comunidad Valenciana. Ahora, su producción es cero.

Así, su situación en estos momentos se traduce en una lucha contra los seguros para intentar recibir ayudas que ayuden a sufragar la nueva maquinaria, que tardará tiempo en estar disponible para poder recuperar la normalidad. “No es una instalación que se pueda recuperar rápido. El aprovisionamiento de máquinas es muy lento. Hay algunas que puede costar fabricarlas ocho o nueve meses”, apuntan fuentes de la empresa.

No obstante, la principal preocupación de Fontecabras es la imposibilidad de acudir a ayudas estatales. “Todos los afectados por la dana no estamos pudiendo acudir a las ayudas del Estado. El BOE propuso una serie de medidas donde aparece mencionado Aragón, pero en los listados detallados no sale ningún pueblo de Aragón”, explican desde la compañía.

Ello implica, por ejemplo, que Fontecabras no ha podido acogerse a un ERTE de fuerza mayor por la dana -aunque sus 20 trabajadores sí se encuentran en ERTE desde entonces- y los bancos no facilitan los créditos ICO. “Si las ayudas se retrasan, nos resultará más complicado reanudar la actividad”, exponen.

En su caso, los daños fueron únicamente materiales, ya que tuvieron la previsión suficiente como para que todos los trabajadores se fueran a sus casas horas antes de la riada. La dana llegó a Jaraba el 30 de octubre, un día después de los trágicos hechos en Valencia, por lo que, en cuanto supieron que aguas arriba estaba lloviendo, optaron por cerrar la fábrica. “A las 12.00 mandamos a todo el mundo a casa y avisamos al turno de tarde que no fueran. Pudieron retirarse rápido. El agua fue a las 18.00. No hubo prisas ni problemas personales ni más afecciones”, recuerdan.

Como consecuencia de la riada, las pérdidas económicas que ha generado son imposibles de cuantificar, pero, advierten, lo suficientemente cuantiosas como para que, si no hay ayudas y los seguros no responden, resulte complicado reanudar la actividad como antes de la dana. Mientras, trabajan con otra planta ubicada en Cariñena, que distribuye agua de la marca La Majuela.