A medida que nos acercamos a 2025, Aragón se enfrenta a un panorama lleno de oportunidades y desafíos. Tras un 2024 que va a cerrar con un crecimiento económico cercano al 3%, la región ha consolidado su posición como una de las economías más robustas de España. Sin embargo, no podemos permitirnos el lujo de dormirse en los laureles y el reto ahora está en saber gestionar y aprovechar las grandes oportunidades que se presentan.

El año 2024 ha sido testigo de un flujo constante de inversiones que van a superar los 40.000 millones de euros, destacando el reciente acuerdo entre Stellantis y CATL para la creación de una fábrica de baterías eléctricas en Zaragoza. Estas inversiones no solo impulsan el empleo y el PIB, sino que también refuerzan la posición de Aragón como un punto estratégico para la industria y la logística.

Sin embargo, éxitos como estos también pueden generar una falsa sensación de seguridad. Debemos garantizar que estas iniciativas actúen como catalizadores para el desarrollo del tejido empresarial local, evitando que sus beneficios se concentren fuera de nuestra región.

La incertidumbre global, marcada por tensiones geopolíticas y una inflación contenida en torno al 2,4%, presenta tanto riesgos como oportunidades. Mientras Europa refuerza su industria de defensa y explora nuevos mercados a través del acuerdo Mercosur, Aragón se posiciona como un actor clave gracias a su ubicación y su capacidad logística. De hecho, el aeropuerto de Zaragoza se ha consolidado como el segundo más importante de España en carga.

No obstante, el envejecimiento de la población y el desempleo estructural representan retos urgentes. La falta de talento cualificado podría limitar el impacto de las inversiones recientes. Por ello, resulta crucial fomentar la formación para el empleo y aprovechar los recursos humanos que aportan los inmigrantes, diseñando políticas ágiles para su integración laboral.

La productividad sigue siendo el talón de Aquiles de Aragón y España. Aunque la región se encuentra entre las seis más productivas del país, todavía estamos por debajo de la media europea. La baja inversión en tecnología y modernización empresarial en tiempos de incertidumbre ha frenado nuestra competitividad. Incrementar la productividad no es solo deseable; es imprescindible para mantenernos relevantes en un mundo cada vez más globalizado.

El 2025 debe ser el año en que Aragón fortalezca sus bases económicas. Esto requiere un pacto nacional por el empleo que priorice la formación, la digitalización y la sostenibilidad. Además, es crucial abordar la crisis de la vivienda, que impacta tanto en la atracción de talento como en la inclusión social. No podemos ignorar que, sin condiciones de vida adecuadas, las oportunidades económicas se verán seriamente limitadas.

Desde la Cámara de Comercio de Zaragoza, el compromiso es claro: apoyar a las empresas, fomentar la colaboración público-privada y trabajar por un futuro próspero y sostenible. En un contexto global lleno de incertidumbres, Aragón tiene el potencial de consolidarse como un ejemplo de desarrollo regional resiliente.

El camino hacia un Aragón más competitivo y sostenible no está exento de obstáculos. Sin embargo, con una visión estratégica y el esfuerzo conjunto de instituciones, empresas y ciudadanos, podemos transformar los retos en oportunidades. Para lograrlo, es esencial gestionar de manera eficaz las inversiones y recursos, y aprovechar al máximo las oportunidades que se presentan. 2025 no solo puede ser un año de crecimiento, sino también de consolidación como una región líder en innovación y sostenibilidad.