Quizás hayan leído o escuchado recientemente en prensa términos como West Nile (Nilo Occidental), Zika, Crimea, Congo, Toscana, Oropouche o Valle del Rift. Son los nombres de regiones situadas en distintos lugares del mundo donde se describieron por primera vez nuevas enfermedades causadas por virus que suelen cursar con fiebre acompañada de síntomas neurológicos causados por encefalitis y/o cuadros hemorrágicos.

La mayoría de ellas fueron descritas en la década de 1950 y han permanecido durante años como una mera anécdota en los textos científicos. Un segundo elemento que tienen en común es que en muchos están localizadas en zonas tropicales. Y como no hay dos sin tres, el tercer factor que comparten es que el patógeno causante de la enfermedad se transmite por picaduras de mosquitos, culicoides, flebotomos o garrapatas, es decir, “bichos” que se alimentan de la sangre de personas y animales.

A estas enfermedades víricas transmitidas por vectores (que es como se denomina técnicamente a esos “bichos”) se les conoce como arbovirosis. Sin embargo, los arbovirus no son ninguna familia de virus, sino la abreviatura del término inglés “arthropod-borne virus”, es decir virus transmitidos por artrópodos. En este grupo se incluyen más de 300 virus simples (la lista sigue creciendo) y en su inmensa mayoría se trata de virus RNA relativamente sencillos (la excepción es el virus de la peste porcina africana).

Fundamentalmente pertenecen a las familias de los flavivirus, togavirus y bunyavirus. Suelo comentar a mis alumnos el origen etimológico de estos términos científicos, y como ejemplo, el nombre de los flavivirus se debe al principal virus de esa familia que es el causante de la fiebre amarilla, y se debe a que traducción al latín de amarillo es flavum. Además, en este grupo podemos incluir otros virus emergentes en nuestras latitudes con otros nombres exóticos como Dengue, Usutu, Bagaza, O'nyong-nyong o Chikungunya.

Si analizamos las causas que se encuentran detrás de la progresiva introducción y expansión de estos virus, veremos que se están combinando dos factores importantes. Por un lado, la llegada de personas que se infectan en los países donde alguno de estos virus está presente, o bien debido a movimientos migratorios y a viajes turísticos. Es lo que conocemos como enfermedades importadas. El problema se agrava cuando el vector competente, es decir, el que es capaz transmitir el virus, se encuentra en la zona a la que llega la persona infectada.

Aquí la globalización también tiene su influencia en los “bichos”, ya que hay artrópodos que son propios de nuestras regiones, mientras que existen otras especies invasoras que llegan en barco, en avión o como “pasajeros” de aves migratorias, y que consiguen adaptarse a nuestras condiciones climáticas. Quizás el más conocido de los insectos invasores sea el mosquito tigre (Aedes albopictus), que cada vez está más extendido en nuestro país, a pesar de los esfuerzos realizados para detectarlo y controlarlo.

Pongamos un ejemplo para entender la situación. El Dengue es una enfermedad causada por un flavivirus que normalmente causa fiebre y síntomas similares a una gripe, pero en caso de reinfección se manifiesta con una fiebre elevada y hemorragias, pudiendo llegar a ser mortal. Imaginen un viajero que vuelve infectado de Cuba en invierno cuando aquí no hay mosquitos activos, el incidente se queda en un caso importado (891 casos en 2024 frente a los 562 de 2023). El escenario cambia radicalmente si nuestro viajero vuelve en pleno verano y en su lugar de residencia está asentado el mosquito tigre (sumamente competente en la transmisión de distintos virus tropicales); en ese caso existe la posibilidad de que se produzca una transmisión autóctona. Este verano hemos tenido un ejemplo de esta situación en Vila-seca (Tarragona) donde 8 personas se infectaron de Dengue sin haber viajado a ningún país tropical.

Quizás un segundo ejemplo les sirva para ser conscientes de la complejidad que tiene enfrentarse a estas arbovirosis. En los últimos años han proliferado las noticias sobre la fiebre del Nilo Occidental (causado por el virus West Nile, otro flavivirus como el Dengue). En este caso el virus no llegó por “culpa” de personas provenientes de Uganda (donde se sitúa el distrito de West Nile), sino que llega a través de aves infectadas que migran desde África a Europa.

En este caso uno de los principales mosquitos transmisores es el mosquito común (Culex pipiens), que transmite el virus de aves infectadas a aves sanas, y en algunas ocasiones pica a personas y caballos pudiendo transmitirles el virus. En el 80% de las personas no se observan síntomas y en el resto suele causar una fiebre ligera; sin embargo, en algunos casos (normalmente de edad avanzada) produce también una encefalitis e incluso la muerte. Este año en España (fundamentalmente en Andalucía) se han diagnosticado más de 150 casos en humanos (mientras que en 2023 sólo se notificaron 21 casos), de los cuales 12 fallecieron.

Una cuestión importante a tener en cuenta es que no todos los virus son transmitidos por todos los vectores y viceversa. Por lo tanto, para plantear planes de control adaptados a cada enfermedad debemos conocer la biología y la distribución de los vectores competentes para transmitir el virus causante.

Al principio les comentaba que quizás les podría sonar alguno de esos nombres… y para terminar me atrevo a predecir que desafortunadamente esos nombres cada vez les van a sonar más.

Ignacio de Blas, profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza.