La soledad no deseada es un problema creciente en nuestra sociedad, y los administradores de fincas colegiados somos testigos silenciosos de su impacto en las comunidades de propietarios. En nuestros despachos y recorridos por los edificios, encontramos con frecuencia a personas mayores que, más allá de los trámites comunitarios, buscan en nosotros una conversación o una señal de que no han sido olvidadas.

En Aragón, esta realidad no pasa desapercibida, la figura del Justicia de Aragón, como garante de los derechos ciudadanos, ha impulsado el Observatorio de la Soledad, un proyecto clave para coordinar esfuerzos y frenar las consecuencias del aislamiento en la tercera edad. Se trata de una iniciativa que pone el foco en una cuestión que, desde nuestra labor diaria, vemos con demasiada frecuencia: mayores que pasan días sin hablar con nadie, vecinos que fallecen sin que nadie lo note hasta que el hedor alerta al resto del edificio, o propietarios que se sienten atrapados en su propia casa por miedo a la caída en el olvido.

El administrador de fincas colegiado es un actor clave en esta problemática. No solo gestionamos cuotas o mantenimientos, sino que también tenemos un contacto cercano con los vecinos, detectando situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, nuestra voz rara vez es escuchada en los debates sobre la soledad. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido que lidiar con comunidades donde los mayores acumulan deudas porque no saben cómo gestionar su pensión? ¿Cuántos hemos sido el único recurso para un propietario que necesita ayuda con un trámite porque no tiene familiares a quienes recurrir?

Las comunidades de propietarios pueden ser un pilar contra la soledad si logramos impulsar iniciativas que fomenten la convivencia y el apoyo mutuo. Acciones como la identificación de vecinos en riesgo, la facilitación de redes de ayuda entre propietarios o la colaboración con instituciones pueden marcar la diferencia.

Desde el Colegio de Administradores de Fincas de Aragón, es fundamental que reivindiquemos nuestra labor más allá de la burocracia. Somos, muchas veces, el último hilo que une a estas personas con la sociedad. La soledad de los mayores no es solo un problema social: es una realidad cotidiana en nuestras comunidades, y es momento de darle la importancia que merece.