Zaragoza

“Ningún país merece el sufrimiento por el que está pasando Ucrania”. Así comienza la conversación de Natasha Ivzhenko con El Español. La influencer ucraniana, refugiada en Zaragoza desde hace dos años y medio, ha ido de visita a su país unos días aprovechando las vacaciones de verano. Allí ha vuelto a experimentar el miedo y la frustración de sus compatriotas.

Natasha llegó a España con sus dos hijos tras el estallido de la guerra pensando estar unos meses y volver a su ciudad. Pero no pudieron. La situación se agravó y tuvo que apuntar a los pequeños a un colegio zaragozano. “La adaptación fue muy difícil para todos porque no fue una inmigración planeada ni planificada, fue una huida obligatoria. Llegamos a España a finales de marzo de 2022, yo les decía a mis hijos que pasaríamos aquí las vacaciones y que en septiembre continuarían en el colegio ucraniano. Al final, tuvimos que quedarnos porque la situación empeoró. Los chicos fueron al colegio sin ganas, no sabían hablar castellano, no se entendían con sus compañeros ni con los profesores; la adaptación fue realmente muy dura”, recuerda.

Natasha explica que, para ella, lo más difícil fue hacerse a la nueva situación: salían de un país en guerra, con toques de queda, sirenas, y llegaban a otro en el que las familias paseaban felices por la calle. Ella llamaba a sus padres con el miedo de que no respondieran al teléfono, pero al asomarse a la ventana, veía que la gente seguía con sus vidas.

Llegó a Zaragoza gracias a una familia conocida, que le facilitó el viaje y le ayudaron a encontrar trabajo rápidamente. Su marido decidió quedarse en Ucrania. Sin embargo, apenas se han vuelto a ver en una o dos ocasiones. Él ha rehecho su vida allí: “La situación es muy mala para las familias que se separaron por la guerra. Las madres que huyeron con sus hijos están pendientes de los niños, piensan en cómo encontrar un trabajo, aprender el idioma, cómo escolarizar a los niños, cómo apuntarlos a los talleres... Hay muchísimos divorcios en Ucrania, principalmente porque los hombres que se quedaron están con otras mujeres. Mi familia, por desgracia, no ha sido una excepción”, agregaba la ucraniana.

Durante el mes de agosto cuenta con dos semanas de vacaciones, y aprovecha para pasar esos días en su país, con su familia y amigos. El viaje fueron 50 horas en bus directo de Zaragoza a Kyiv (Kiev); pero la vuelta la harán de otra manera: hasta Polonia en autobús y allí podrán coger un avión hasta España.

Natasha es de un pequeño pueblo, y reconocía estar en 'shock' a su vuelta: "Es como estar en casa, pero ya no es tu casa", reconocía con los ojos llorosos. Ahora todo es diferente: su trabajo, su vida, sus proyectos, todo lo tiene en España; allí no le queda nada.

A su llegada al país en guerra, compartió un video en redes sociales sobrecogedor. Mostraba una plaza llena de banderitas ucranianas en las que aparecía un nombre escrito con la fecha de nacimiento y de deceso de la persona en cuestión: “Tengo la piel de gallina”, comenta la influencer.

Vídeo de las banderas ucranianas en memoria de los soldados caidos Natasha Ivzhenko

Estos días de vacaciones los ha podido pasar en su pueblo, donde ya no hay presencia de militares rusos. En él se intenta llevar una vida lo más normal posible, hay comercios y supermercados con alimentos, pero muy poco trabajo y se pasa miedo al ver tantos militares y tanques por las calles, explica Natasha a sus seguidores.

Un momento de especial alegría fue el reencuentro con su madre. La influencer grabó el abrazo de sus hijos con la abuela en un video especialmente emotivo. Otra muestra de alegría es la pesca y las comidas: zurek, smetana o syrniky son platos que ha subido a sus redes.

Al entrar en Ucrania se descargó una 'app' llamada "alarma". En el momento en que hay alguna amenaza, por misiles, por ejemplo, suena una sirena desde los teléfonos. Explica que se activan cada noche, lo que provoca mucho cansancio, miedo y frustración. “Ucrania está en guerra con el país más grande del mundo, pero nosotros no somos un país bélico. Ucrania es un país libre, feliz, y con ganas de vivir en paz”, terminaba Natasha dando voz a un deseo que comparte todo el pueblo ucraniano.