Cremosas, suaves por dentro y crujientes por fuera, con relleno o sin él... Las croquetas son uno de esos platos que conquista a todo tipo de paladares y en cualquier lugar de España y Aragón no iba a ser una excepción. A lo largo y ancho de Aragón es posible encontrarse con todo tipo de bares, restaurantes y tabernas en los que es posible probar esta deliciosa tapa típica española.
En Zaragoza por ejemplo, es posible encontrarse con opciones con carne, otras con pescado, con queso, setas e incluso con verduras. Una tapa imprescindible y una auténtica religión en la cocina tradicional y que si estás pensando en elaborar, te aconsejamos que tomes nota de uno de los trucos favoritos en Aragón para enriquecer las croquetas.
Este truco consiste simplemente en utilizar caldo casero de jamón o de cocido para añadir a la bechamel, en lugar de echarle solo leche. Este simple gesto muy conocido por las abuelas aragonesas, es capaz de potenciar aún más el sabor y darle un toque muy característico y sabroso a las croquetas.
Otro punto diferenciador de las croquetas aragonesas, lo podemos encontrar también en el rebozado. Y es que, muchos aragoneses pasan las croquetas por pan rallado mezclado con una pizca de ajo y perejil antes de freirlas. Esto aporta un toque aromático muy distintivo a las croquetas y una combinación única con el sabor del caldo.
Un truco que, como tantos otros, forma parte de la tradición culinaria aragonesa en la que es bastante común aprovechar ese caldo del jamón o del cocido para aportar más sabor a diferentes recetas, incluidas las croquetas. Si quieres saber más y apuntar paso por paso esta receta tradicional, toma nota.
Receta de creoquetas al estilo aragonés
Para preparar unas croquetas irresistibles al estilo aragonés, necesitarás los siguientes ingredientes: 150 gramos de jamón serrano, 1 cebolla grande, 100 gramos de mantequilla, 100 gramos de harina, 500 ml de leche entera, 200 ml de caldo casero de jamón (puede ser del hueso de jamón de un cocido), sal, pimienta, nuez moscada, 2 huevos, pan rallado (mezclado con una pizca de ajo en polvo y perejil seco) y aceite para freír.
Empieza picando la cebolla finamente y sofríela a fuego lento con un poco de mantequilla hasta que se caramelice, es decir, hasta que quede dorada y dulce. Este paso es clave, ya que la cebolla caramelizada añadirá un sabor profundo y único a las croquetas. A continuación, añade el jamón serrano cortado en trozos pequeños y cocínalo unos minutos más para que suelte su sabor.
En una cazuela aparte, derrite la mantequilla a fuego medio y añade la harina, removiendo constantemente para que se dore ligeramente y pierda el sabor a crudo. Cuando la harina esté dorada, vierte la leche poco a poco, alternando con el caldo de jamón, mientras remueves para evitar grumos. Cocina la mezcla hasta obtener una bechamel espesa y cremosa. Añade la cebolla caramelizada y el jamón, sazona con sal, pimienta y una pizca de nuez moscada, y continúa removiendo hasta que todos los ingredientes estén bien integrados.
Deja enfriar la mezcla en la nevera por al menos una hora o mejor, toda la noche para que tome consistencia. Cuando esté lista, forma pequeñas porciones con la masa, dándoles forma de croquetas. Pásalas primero por huevo batido y después por el pan rallado mezclado con ajo en polvo y perejil seco, para darle un toque crujiente extra y un toque aromático único.
Calienta aceite en una sartén y fríe las croquetas hasta que estén doradas y crujientes. A medida que las retires del aceite, colócalas en papel absorbente para eliminar el exceso de grasa.