Zaragoza
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La historia del bar El Picadillo en Zaragoza se remonta a 1985. Desde que abrió aquel verano, la marca se ha ido haciendo un hueco en el corazón de zaragozanos y turistas desde su esquina en la calle de la Manifestación. Sin embargo, a finales del 2024 se terminó una etapa: Paco Sánchez se jubiló y dijo adiós a su hogar con tristeza y nostalgia, pero lleno de buenos recuerdos.

Pero, como suele decirse, donde se cierra una puerta, se abren otras nuevas. Así pues, El Picadillo sigue muy vivo en el centro de Zaragoza gracias a tres jóvenes; Jorge, Guillermo y Joaquín, que cogen el relevo de uno de los bares más míticos de la capital aragonesa. Uno donde todavía se pueden encontrar grupos de mayores jugando a las cartas.

Los tres tienen muy claro que la esencia de un lugar por el que han pasado miles de zaragozanos no va a perderse. Todo seguirá igual, aunque más adelante habrá novedades en cuanto a la estética se refiere para potenciar su magia.

Jorge, Guillermo y Joaquín se conocen desde hace años de negocios previos y debido a su particular especialización, tenían ganas de poder juntarse en algún proyecto. “Somos tres patas muy distintas. Joaquín estaba dirigiendo la cocina, Jorge con el personal de la sala, y yo haciendo el marketing”, explica Guillermo.

No obstante, ninguno de ellos imaginaba que terminarían siendo los nuevos propietarios de El Picadillo, aunque se encuentran muy ilusionados con la oportunidad. “Conociendo el sector y conociendo la zona, se lo comenté a ellos y nos aventuramos”, cuenta Jorge, que lleva más de 23 años al frente del bar de copas El Bedel.

Torreznos de El Picadillo.

Queríamos un bar que fuera castizo. No había nada mejor que este lugar para ello. Paco ha marcado una trayectoria durante 40 años, junto a su socio Antonio”, cuenta uno de ellos.

En esta línea, buscan seguir apostando por la comida tradicional española, esa “de toda la vida”. “Es un tipo de cocina que se está perdiendo, la gente se va más hacia algo innovador, cuando nuestra cocina le da vueltas a otras del mundo”, justifica Guillermo.

Imagen de la barra. E.E.

La misma esencia

Con su entrada a El Picadillo, muchos de los habituales clientes se preocuparon por el futuro del bar. “La frase que nos decía todo el mundo era ‘¿no vais a cambiar nada, no?’”, reconocen los tres amigos, que admiten que seguirán con el lema de que si algo funciona no se debe tocar.

En este sentido, confiesan que se mantiene la misma plantilla que acompañó a Paco durante su trayectoria: “Los trabajadores tienen mucho compromiso con el trabajo, más bien, con la marca El Picadillo, son parte de su historia”.

No obstante, admiten que habrá pequeñas pinceladas para imponer su sello personal. Por ahora, los cambios se encuentran en la cocina, pero más adelante habrá novedades en la imagen para actualizar el local, siendo racionales con el alma que lo caracteriza. En sus ideas, adelantan que quieren que las paredes muestren el cariño de la gente hacia el bar, así como elogiar mucho a Zaragoza.

Comida

La barra sigue siendo la misma, de 10 metros y llena de casi 52 referencias de comida. Lo único que estamos aportando son pequeñas mejoras donde nosotros creemos que podemos. Como las patatas bravas naturales, hechas aquí. También hemos cambiado los guisos y habrá estofados”, reseña Joaquín en cuanto a la gastronomía.

Además, han incorporado en su oferta el plato del día (con bebida y pan por 13,90 euros), donde quieren potenciar los platos de cuchara, esa comida casera que muchas veces busca el cliente que no puede comer en casa. Y como tradición, todos los miércoles será un cocido.

Se quiere apostar por los platos de cuchara.

Entre todo, también destacan su salsa Picadillo, muy personal y característica y que recomiendan probar.

Sobre la acogida en estos casi dos meses, los aragoneses se muestran muy satisfechos y felices, aunque reconocen ese escepticismo inicial de entrar en la “camisa que ha tenido una persona durante cuarenta años”. Sin embargo, describen que, tanto el personal como los clientes, les han acogido con los brazos abiertos.

Sin duda, ver que un lugar tan especial como El Picadillo está en sus manos es una gran noticia para todos sus clientes. Joaquín, Guillermo y Jorge saben que el reto y las expectativas son grandes, pero con trabajo, cariño y buen servicio, seguirán conquistando a los mañicos.