Por Alejandro Rodríguez Lafuente
La semana pasada los últimos efectivos en misión de "guerra y paz" desplegados bajo bandera española en el infierno afgano abandonaron el escenario. España seguirá presente con la cuota mínima que nos corresponde bajo el mando de la OTAN.
Muchos españoles, incluso de los de pancarta, ni siquiera saben, ni les interesa saber, que hemos estado 14 años en la guerra contra los talibanes y Al-Qaeda en los que más de un centenar de compatriotas y sus respectivas familias perdieron lo más valioso que tenían, su vida y la de los suyos. Claro, el NO a la guerra del flautista de Hamelín es caprichoso y solo afectaba al mapa iraquí de los pérfidos Bush y Aznar. Gracias a los siete años de poder de la administración Obama, el mundo es hoy probablemente mejor, como atestiguan los centenares de miles de refugiados que el Daesh ha expulsado de las destruidas ruinas históricas del califato terrorista de Irak, florecido con la fuerza de la primavera árabe, arrastrados hoy por el caduco y frío otoño europeo.
Mientras en esa Europa se le daba una patada al mapa de la postguerra fría en Ucrania, dejando miles de muertos, incluido un vuelo comercial que pasaba por allí y al que nadie ha prestado demasiado atención.
En esta historia nuestros nuevos aliados en oriente son los persas atómicos de Alá y la última dictadura de Europa, Bielorrusia, el arbitro del conflicto europeo con una Rusia que lleva la iniciativa. Mientras el embajador de USA en Libia corrió la misma suerte que el destronado Gadafi sin que nadie se inmutase y Guantánamo se ha canjeado por el reparto de la herencia de los Castro entre los próceres del mundo libre.
God bless Obama. Premio Nobel de la Paz 2009.