Schortsanitis, un volcán apagado

EFE/Kiko Huesca

Por José Luis Cuadrado

En el minuto 34 Willy Hernangómez abandonó definitivamente el partido con once puntos. Un poco antes, Sofoklis Schortsanitis hizo lo mismo con cinco. Los pivots locales les ganaron el duelo a sus oponentes. Incluso el joven español le colocó un tapón a la mole griega; jugada que acabó con un triple de Carroll para regocijo de la afición blanca. En este momento, las carreras de Willy y Sofo se diferencian en lo que va de la eclosión al desbordamiento. Willy sigue el cursus honorum del canterano madridista estándar: hay que apretarse los machos por esos mundos de Dios antes de doctorarse en el Palacio o en el Bernabeu. El seguidor madridista es tan meloso con el jugador joven que despunta como implacable con el que se vuelve romo. Sólo los genios precoces, o como se dice hoy: los-que-tiran-de-una-patada-la-puerta, tienen pase directo. (Nota mental: El Real Madrid como argumento contra la endogamia universitaria española.) A Hernangómez le han venido muy bien los dos años en Sevilla.

El pobre Sofo, sin embargo, pena en Belgrado por una carrera cuya prometida desmesura sólo marca hoy la báscula. Y es que el heleno-camerunés es un gordo raro. Cuando jugaba en Cantú se le incendió la casa. Se quedó dormido mientras cocinaba. Un gordo así es un gordo con los tiempos cambiados. La norma manda que primero se coma y después se duerma. Este tipo de transgresor da en la cancha lo que se llama un jugador volcánico. Y los volcanes se caracterizan por una súbita violencia telúrica (nuestro héroe tiene facilidad para encararse con jugadores y aficionados rivales), pero sobre todo por largos periodos de inactividad. Y en uno de estos está Schortsanitis para desgracia de su equipo, que lo fichó para que cubriera con kilos el hueco que dejaron los centímetros de Marjanović.

Tampoco le ayudan sus compañeros. El Estrella Roja, el equipo que fue de Stojaković y Rakočević, dio en el primer cuarto el clinic mínimo de tiro: una canasta de uno, una canasta de dos y una canasta de tres: seis puntos. Ante un Madrid que empieza a afinar en ataque y a morder en defensa, los balcánicos no opusieron resistencia alguna durante todo el partido. Sólo Carroll hurgó en el desistimiento del rival y acabó con 19 puntos, con triples vertiginosos tras bloqueo y bandejitas bajo el aro. Sus compañeros aportaron lo justo en una noche plácida para el madridismo. Incluso el Chacho Rodríguez se contagió del minimalismo belgradense y le bastó con un triple largo y un par de alley-oop para cumplir su promesa diaria con el espectáculo.

La televisión nos mostró como vivieron desde el banquillo Hernangómez y Schortsanitis un partido que se despeñaba con diferencias a favor del Madrid impropias de tan ilustres contendientes. El español con la satisfacción del que progresa adecuadamente. El griego con una cara de aburrimiento presagio de las caras de estupefacción que pondrá su entrenador Dejan Radonjić a lo largo de la temporada. La erupción quedará para otro día. Falta por saber si será por compromiso con su equipo o por una mala digestión.