Por Ángel Alonso Pachón
Telegrama a Lluis Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona.
Sr. Director,
Honestidad es un valor moral. La verdad, la decencia, la justicia, la rectitud y la integridad son los componentes esenciales de una persona honesta.
Usted, eminencia, cardenal arzobispo de Barcelona, debe conocer perfectamente el significado en latín de la palabra honestitas, como virtud que caracteriza a las personas por el respeto a las buenas costumbres, a los principios morales y a los bienes ajenos. Es la acción constante de evitar apropiarse de lo que no nos pertenece.
Día a día vamos viendo cómo ciertas autoridades eclesiásticas, o mejor dicho, ciertas personas llamadas pastores del evangelio, adecúan el lenguaje y la moral al sentir de los poderosos.
Si el señor Jordi Pujol es referencia de algo, quien debe decirlo es el pueblo catalán; seguramente será más objetivo.
Mejor les iría a ciertos eclesiásticos de zapatos brillantes para andar por las alfombras del poder, si releyeran el evangelio o si lo han perdido buscasen los escritos del Papa Francisco y si tampoco los encuentran mirasen a los humildes sacerdotes de sotanas raídas y ojos limpios.
Esos sacerdotes, humildes servidores del evangelio, solitarios oradores nocturnos, sí que recuerdan el significado de la palabra honestitas en su latín, casi olvidado, del seminario.