Por Mario Martín Lucas
Decía Benjamin Disraeli (escritor y dos veces primer ministro del Reino Unido) que “el mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado, convirtiéndoles en políticos”. En estos últimos tiempos estamos asistiendo a la demostración de dos presidentes de gobierno en funciones, que no son estadistas, ya que lejos de actuar en base al interés general y de los ciudadanos a quienes gobiernan, presumiendo de representarles, priorizan en clave de su interés personal y su, sin duda legitima, ambición.
¿Cómo, si no, se puede entender el camino que Artur Mas está recorriendo, estrellando a su propio partido, y a la sociedad catalana en general, a una disyuntiva en la que hace tiempo que se olvidaron las necesidades de los ciudadanos y los problemas reales derivados de la crisis? Mas está condicionando todo a que un partido totalmente alejado de los postulados políticos de la formación en cuya lista electoral ocupó el número cuatro al Parlament, le preste dos votos para volver a ser elegido President de nuevo, aun asumiendo importantes recortes de competencias en su función.
Por otro lado, Mariano Rajoy, presidente en funciones del gobierno de España, tampoco entiende que, a pesar de encabezar la lista más votada dentro de las elecciones generales del 20-D, perdiendo 63 escaños sobre los resultados de 2011, él sea parte del problema y no de la solución, tan es así que, en rueda de prensa, ha hecho especial expresión de su deseo de volver a encabezar una hipotética nueva candidatura del PP a nuevas elecciones, caso de no conseguirse formar gobierno entre ninguna combinación de las formaciones políticas en el nuevo Parlamento español, sin entender la asunción de responsabilidades que los españoles, mayoritariamente, le exigen en primera persona.
La confusión de los señores Mas y Rajoy, entre sus deseos por mantenerse en la destacada función que ocupan hoy y el interés general de sus administrados y gobernados, es colosal, tanto como para poder considerárseles amortizados políticamente a futuro.
Artur Mas, lejos de llegar representar los legítimos derechos de autodeterminación del pueblo catalán, ha llevado a la división y el paroxismo a Cataluña, siendo derrotado, pues el secesionismo se ha demostrado como no mayoritario. A pesar de todo, si tan importante es el proyecto que representa ‘Junts Pel Si’, sería suficiente su paso atrás, para que, con otro candidato a President, se desbloqueara la posibilidad de articular una mayoría en el Parlament, más allá de la kafkiana situación vivida en la Asamblea de la CUP, con su empate a 1.515 entre apoyos y rechazos a Mas, con un exceso de aroma a la “búlgara”.
Ningún partido ganador en unas elecciones generales en España, desde la reinstauración democrática, ha obtenido menos escaños en el Parlamento que el liderado por Mariano Rajoy, beneficiado por la irrupción de los dos nuevos partidos emergentes; ello le ha llevado a hacer público su deseo de componer una amplia mayoría parlamentaria de más 200 escaños, se supone que contando con Ciudadanos y PSOE, sin asumir que una gran mayoría de españoles, con su voto, han optado por responsabilizarle personalmente de lo ocurrido durante su dolorosa legislatura (corrupción, desregulación laboral, recortes, endeudamiento, etc…). Él lo sabe, pero como tantas veces en su carrera pública y política, ha optado por hacer de Don Tancredo, priorizando sus ambiciones personales sobre el interés general, ya que no le apetece en absoluto ser el primer presidente de la democracia en no obtener la reelección, y le hace ilusión situarse en el umbral de la edad de jubilación siendo presidente de España, además aún será “joven” para volver a dedicarse al Registro de la Propiedad de Santa Pola.
Artur Mas y Mariano Rajoy, Rajoy y Mas, dos políticos sin sentido de Estado, lejos de ser los estadistas que España necesita hoy …¡pasemos página!