Por Íñigo Val Eguren, @iValEguren

Bob Esponja podría ser un delegado de clase divertido; al menos así lo creen los alumnos de Secundaria que escriben en las papeletas de voto ese u otros nombres disparatados cuando han de elegir a sus representantes. Los cromos del trajeado esponjoso también pueden caer en el montón de los votos nulos de unas elecciones locales e incluso terminar en el cestillo de una misa juvenil. A fin de cuentas, hemos visto de todo. Quizá ustedes hayan olvidado -porque la mente tiene sus defensas- a aquel esperpento bonafontista que representó a España en Eurovisión. Excepto cuando se malgasta el dinero de los contribuyentes –como por ejemplo en el caso del festival- esas bromas no dejan de ser gamberradas, chiquilladas con poca trascendencia.

La elección de delegado de clase es el primer encuentro con algo parecido a la democracia; además, ahí hay distrito único, estricta representatividad, gobierna el más votado y no hay Ley d'Hondt que valga. Me dirán que escribir en la papeleta escolar el nombre de la simpática esponja que vive debajo del mar puede ser el primer paso de la falta de respeto al sistema en conjunto. No hay que exagerar. Edad y lugar marcan el mayor o menor grado de impertinencia de una broma. Es mejor que la balanza caiga del lado del humor y no de la rigidez («la librea tradicional de las hipocresías» según Ortega).

La imagen del día ha sido la de la novel diputada Carolina Bescansa (Podemos) sentada en un escaño del Congreso con su hijo en brazos. Hay quien ha visto ahí un inadecuado uso de lo más íntimo como posición política; no voy por ese camino. Sí que es muy grave que el tierno infante haya obtenido un voto en la votación para elegir presidente del Congreso. Estamos gastando recursos enormes para enderezar el rumbo de España, el Gobierno aún está en funciones, los nuevos dirigentes catalanes siguen empeñados en que los españoles no tengamos los mismos derechos…, y una de sus señorías tiene la frivolidad de votar a un bebé. Es un excelente comienzo del año político. Como recordó el Arponero en su momento, el propio Ortega advertía de que al Parlamento no se iba a hacer el tenor, ni el payaso ni el jabalí. Como la votación fue secreta aquí no cabe la lírica y quedan, por tanto, dos categorías donde encajar al bromista.

Aporto la odiosa comparación, que por previsible no es menos cierta: ¿es concebible tal despropósito en el Capitolio, en Westminster o en el Bundestag? Desoladora, aunque podría ser peor: recientemente hemos visto a un Arseni Yatseniuk –primer ministro ucraniano- arrancado del atril y llevado en volandas como un muñequillo poco antes de que media Rada Suprema (el Parlamento de Ucrania) terminara a puñetazos...

La política es algo serio -que no excluye la concordia- y las formas han de guardarse pues no suelen ser independientes del fondo. Perfeccionar la vida política implica que nos esforcemos por llevar al Congreso al mayor número de "mejores" posible. No está el tiempo para ocurrencias ni para un Parlamento Bob Esponja. No vaya a ser que el chiquitín de la diputada Bescansa tenga más conocimiento que algunos de los del trabajo de mamá.

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