Control de Tierra al mayor Pablo

El entrenador del Real Madrid, Pablo Laso/Kiko Huesca/EFE

Por José Luis Cuadrado

¡Control de Tierra al mayor Pablo!

¡Control de Tierra al mayor Pablo!

En la hora de la muerte de David Bowie, el mayor Pablo abandona su trasto de hojalata y desde el ingrávido espacio interior otea el triste planeta blanco. Y cabecea.

Pablo Laso dirige el partido siempre cabeceando, mientras sube y baja por la línea lateral. Falla el equipo, se va cabeceando a la mesa, pide el tiempo muerto, vuelve cabeceando al banquillo, coge cabeceando la silla, se sienta. Y (¡Calmao! ¡Calmao! ¡CALMAO!) cae la del pulpo.

El pasado jueves en Moscú el octópodo se posó sobre los tiernos hombros de Luka Doncic, que había salido bastante indolente al partido. El encolerizado entrenador le pidió “una puta jugada” y el esloveno, que aguantó bien el diluvio, volvió a la pista y con la misma templanza encestó tres triples consecutivos. Pero esta bronca no reactivó al equipo como la de abril de 2012 en las semifinales de la Liga contra el Baskonia en Vitoria. Ese día, Laso fue señalando una a una las gradas a sus jugadores, mientras se refería a la práctica de sexo anal que los aficionados contrarios estaban haciendo con ellos. Y lanzó un dilema para acabar con el éxtasis vitoriano: vestuario u orgullo. Un parcial de 4-16 puso al Real Madrid en la senda de la final.

Esta semana aterriza en Madrid un Zalgiris de Kaunas venido a menos. Con una anotación media que no llega a los setenta puntos, el otrora equipo de Sabonis, Homicius y Kurtinaitis ha perdido el gélido vigor que dinamitó desde dentro el baloncesto soviético y lo hizo grande de Europa. Se trata hoy de un conjunto formado mayoritariamente por lituanos y alrededores. Es decir, un equipo de toda la vida. Sin americanos ni pasaportes raros. La mala dinámica de resultados ha llevado al club a prescindir del entrenador Krapikas y darle la responsabilidad al hasta ahora su ayudante, el mítico Sarunas Jasikevicius, que en un año pasa de jugador a entrenador jefe. Zidanismo báltico.

Enfrente Pablo Laso sigue cabeceando entre tanto sus pupilos suturan como pueden una defensa, que recibe más de ochenta puntos por partido. Impropio de aquellos que quieren seguir triunfado. Y demasiado para un temperamento volcánico que ha propiciado el baloncesto más alegre y efectivo de los últimos tiempos desde la solidaridad y el rigor en los aspectos menos vistosos del juego. En esta precaria situación, las bajas de Rudy y Llull se agigantan como globos aerostáticos que suben y suben hasta que se extravían ante nuestros ojos y dejan al descubierto las fallas físicas y emocionales de algunos de sus compañeros. Mientras la gravedad crece en el Palacio, ellos son dos cuerpos livianos flotando en el space oddity.