Sánchez será presidente

Pedro Sánchez atiende a los medios/Pedro Puente Hoyos/EFE

Por Félix Álvarez "Felisuco", cómico, titiritero y ama de casa

Pedro Sánchez será presidente de España en segunda vuelta con los votos, como mínimo, de Podemos, Esquerra, Democracia y Libertad y Unidad Popular, en total 178 diputados, a los que se podrían sumar los independentistas vascos. Una mayoría incontestable. Estarán pensando ustedes que acabo de fumarme todo el THC que circula por España o que soy de esos que está convencido de que el hombre no pasó de Alaska y jamás se acercó a la luna. ¡El PSOE no permitirá que Sánchez pacte con partidos que quieran romper España o pongan en duda la unidad territorial! ¡Con la macedonia que existe en la extrema izquierda, imposible! Y puede que así lo parezca, incluso que sea taxativamente cierto, salvo que acontezcan unas carambolas difíciles y malabares, pero no por ello imposibles; y después de lo que han visto estos ojos de besugo asustado, qué quieren que les diga, ya me lo creo todo.

Para desarrollar esta teoría conspiranoica me baso principalmente en dos hechos: el primero es la reunión que mantuvieron Zapatero y Bono con Pablo Iglesias; y el segundo es la capacidad de tejer estrategias, al más estilo soviético y bolivariano, que adornan el pasado de los líderes de Podemos. Les explico esta estúpida teoría. La primera de las jugadas consiste en que Mariano Rajoy se empeñe en formar un gobierno que será aritméticamente imposible y hacer creer al gallego que una alternativa socialista también será inviable. Mariano tiene que estar convencido de que como mal menor, antes que Iglesias, habrá nuevas elecciones. Para ello, Podemos debe alejar esa posibilidad de pacto con Sánchez, distanciándose de los socialistas y marcando unas líneas rojas que al PSOE le sean infranqueables: el derecho de autodeterminación, al que hay que sumar todo el paripé que están montando con la constitución de la Mesa del Congreso, el pecho de Bescansa, los juegos circenses en la toma de posesión de sus señorías y el desaguisado podemita con sus aliados independentistas, con las respectivas amenazas de abandonar al señor Iglesias marchándose al Grupo Mixto o acompañando al espectro de Garzón en lo que fue Izquierda Unida.

Todo para desviar la atención, para hacer creer que es imposible un pacto PSOE-Podemos. De este modo, el PSOE evita cualquier movimiento del Partido Popular, que para impedir que Podemos llegue a tocar poder sería capaz de proponer un gobierno de coalición sacrificando a Rajoy y planteando otro candidato que fuera bien visto por la inmensa mayoría, además de ciertas concesiones para que el PSOE lo pudiese vender como una victoria y como un gran gesto por la estabilidad de España. Una propuestas que el PSOE no podría rechazar sin que la mayoría de los españoles les acusaran de ombliguismo y traición. Si el PP traga este anzuelo, que lo hará, todo queda en manos de Sánchez y de Iglesias.

Segunda jugada. Iglesias renuncia al derecho de autodeterminación, eliminando la línea roja que le fue marcada a Sánchez por el propio PSOE, y que realmente no interesa ni a catalanes ni a gallegos -todas las encuestas aseguran, a día de hoy, que los independentistas lo perderían por mayoría suficiente en Cataluña y por mayoría aplastante en Galicia, aunque se mantendría en una agenda interna e invisible porque dentro de unos años sí les podría convenir- y lo reemplazarían por una reforma de la Constitución a explorar. A este pacto se sumarían Unidad Popular más los independentistas catalanes y hasta vascos, aunque estos últimos no serían necesarios, y se vendería por parte de Sánchez como un pacto alcanzado únicamente con Podemos, NO con los que pretenden romper España, que lo apoyarían, de cara a la galería, sin contraprestación alguna. Nadie en el PSOE podría acusar a Sánchez de cruzar esas líneas rojas que el Comité Federal le había marcado. Iglesias y el resto de sus coaligados harían suyo el sacrificio por el cambio progresista y por el bien del pueblo, y enarbolarían la bandera negra que señala al PP que se tiene que marchar cuatro años a boxes a reparar su bólido. Tocar poder es lo que tiene, que los sacrificios y las traiciones compensan.

Tercera jugada. Todos sabemos que la mayoría del PP en el Senado impide cualquier reforma constitucional, con lo que la izquierda en el poder tendría todos los argumentos del mundo para acusar a lo populares de bloquear las reformas que el país necesita, mantenerse en el inmovilismo, fomentar el independentismo y hacerles otro cordón sanitario. La izquierda toma el poder, los catalanes siguen con su agenda, los vascos van preparando la suya, y dentro de cuatro años, ya será otra historia.

De todos modos, estoy con ustedes en que esto es casi tan inviable como un gobierno de coalición o de concentración, pero por si acaso, por si acierto y luego me pongo una medalla que no quisiera lucir, aquí dejo este desmadre.