En España no hay suizos

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez/Juan Herrero/EFE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez/Juan Herrero/EFE

Por Pedro Peral

En el periodo constituyente que vivió nuestra Patria a partir de mediados de los años setenta, se estudiaron diversos textos constituciones como posibles inspiradores de nuestra futura ley fundamental. En algún momento se pensó en el modelo de Suiza, en la que conviven distintos grupos y coexisten cuatro idiomas: francés, alemán, italiano y romanche. Estado federal desde 1815, el Congreso de Viena restableció por completo la independencia de Suiza, y las potencias europeas accedieron a reconocer permanentemente la neutralidad del país. Pronto se desistió del estudio: en España no había suizos, sino españoles con un ADN muy diferente. Se acudió entonces a la Ley Fundamental de República Federal Alemana de 1949, en la que se inspiraron varias de nuestras instituciones jurídicas.

En esta diabólica encrucijada política que vive España tras las elecciones generales del 20/D, se vuelve a establecer comparaciones con otros países de la Unión Europea de la que formamos parte y se exige a los partidos comportamientos análogos.

Ante la cerrazón de algunos partidos, principalmente el PSOE, a sumar escaños con otros de ideología afín en cuestiones de Estado, se aduce que, por ejemplo, el caso Alemania. En las elecciones federales de 2013, la CDU-cristiano demócrata- obtuvo más del 41% de los votos y, al formar una coalición con el mismo SPD- socialdemócrata- 25%, Merkel se mantuvo como canciller. Como socio de coalición minoritario en el Gobierno Merkel III, el SPD ocupa seis cargos ministeriales en el gabinete, entre ellos el de Vicecanciller, por Sigmar Gabriel. Es decir, dos aspirantes que se enfrentan visceralmente durante la campaña electoral, finalizada ésta, se olvidan de lo que los separa, miran el interés general y gobiernan en coalición.

El caso más reciente e ilustrativo nos lo ofrece Francia. En las elecciones regionales de diciembre 2015, ante el triunfo del populista "Frente nacional" de la familia le Pen en la primera vuelta, los socialistas, terceros en gran parte de la República, votaron al partido de Sarkozy, centro-derecha, para cerrar el paso a la extrema derecha.

El resultado del 20/N ha transformado el bipartidismo, PP/PSOE en dobles parejas PP/PSOE y Podemos/Ciudadanos. Los dos principales partidos han perdido millones de votos. Vencedor a los puntos, el PP con 122 escaños, seguido del PSOE con 90. A continuación Podemos y Ciudadanos con 69 y 40, respectivamente. Otros, 29 escaños.
La tradición española de que, cuando no se alcance mayoría, forme gobierno el partido más votado, bien con el apoyo o la abstención de los restantes partidos, va a dejar de cumplirse por vez primera en nuestra democracia.

La llave está en manos de los socialistas. Si en España hubiese alemanes o franceses, el PSOE se abstendría y con el apoyo de los Ciudadanos gobernarían los populares. Pero, no. Pedro Sánchez, cuestionado en su partido tras obtener los peores resultado de la historia, ve una posible tabla de salvación personal y momentánea sumando con los radicales de Podemos, la abstención de Ciudadanos y otros escaños de talante izquierdista o independentista. En el pecado llevaría Sánchez la penitencia: quedar sustituido en la izquierda española por el populismo de Pablo Iglesias. La llamada “alianza de fuerzas progresistas” constituye para los socialistas pan para hoy y hambre para mañana. Tampoco le espera un mejor horizonte si permite a Mariano Rajoy seguir en la Moncloa: sería devorado por sus propios hermanos. También se apunta a un gobierno de concentración de las tres fuerzas constitucionalistas para, en una legislatura corta, acometer reformas básicas, dar estabilidad al sistema y ofrecer confianza a los mercados.

Este panorama de suicidio o muerte política, con la grave amenaza del secesionismo catalán, alumbra un horizonte de nuevas elecciones. Siendo destacable la modernización de nuestro país, aun quedan flecos de la machadiana dos Españas.