José Manuel Ríos Valiente/Flickr

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Escritores por encima de la ley

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Por César Massó, economista

La ley es igual para todos…..o así debería ser. Últimamente asistimos a una campaña mediática en la que, haciendo gala de un corporativismo entendible, periodistas se baten a capa y espada en defensa de aquellos escritores que deciden pasarse al lado de la delincuencia y seguir trabajando aun cuando se han jubilado y están cobrando una pensión por ello.

La ley es igual para todos, pero los escritores son un poco menos “todos”. Los periodistas ahí están para echarles un cabo, después de todo es también su futuro (cuántos periodistas se dedican al noble oficio de la literatura tras su retirada). Se arman los cañones, y con fuego y metralla salen en defensa de los escritores que deciden que la ley es aplicable sólo a los demás. Porque si tú eres un economista (cómo lo es el firmante de este artículo) no puedes seguir trabajando y cobrando la pensión. Si eres un fontanero tampoco. Si trabajas en un supermercado tampoco. Si eres policía tampoco. Si eres profesor tampoco. Si eres guía de museos tampoco. Pero si eres escritor……¡ay! Si eres escritor estás tocado por la mano bendita del demiurgo universal, y lo mortal, las leyes no son asunto tuyo.

Y así vemos con pábulo artículos como el aparecido en este periódico con pies de foto como “Javier Reverte, uno de los escritores penalizados por la Seguridad Social”…….el cual podría ser también “Javier Reverte, uno de los escritores que han incumplido la ley”. Titulares como “Escritores jubilados: una vida amenazada por la persecución de la Seguridad Social”, en el mismo artículo, titular que perfectamente podría haber sido “Escritores jubilados: estafando a la hacienda pública”. En lugar de defender la ley es más plausible defender al delincuente, presentándolo como un pobre ancianito al que la horrible maquinaria del estado persigue y hostiga. “Perseguir y abatir septuagenarios intelectuales”……no se podría decir de una manera menos propagandística. Perdón sí que se podría: “Perseguir y conseguir que ciertas personas crean estar por encima de la ley, saltándosela a la torera”.

La argumentación usada es de lo más variopinta:“Esto es miserable. Contribuimos al bien de la nación”. ¿En contraposición al profesor de escuela que no contribuye al bien de la nación? “Es bastante lamentable que nos reduzcan a la pobreza, como a tanta gente”, quizás consideran que cobrar una pensión como hacen millones de españoles (y de cuantías más bajas) es estar reducido a la pobreza, quizás recriminan que lo inconcebible es que sea a ellos a los que les reduzcan a la pobreza como a los demás… ¡como si fuesen personas normales! ¡Faltaría más!

“Reparte las ganancias de sus libros en tres años para no superar el salario mínimo interprofesional”. ¿Se imaginan ustedes a un operador de almacén, con contrato por semanas, saliendo del turno de noche después de pasar un frío ártico moviendo palets para ir hasta de delegación de Hacienda más próxima para comunicar que como en la empresa le han dicho que hasta dentro de seis meses no le vuelven a contratar quiere declarar parte de su salario de este año en el próximo ejercicio para pagar menos impuestos? Las risas serían escuchadas hasta en el Ministerio.

Pero la que más me ha gustado es aquella que dice que, hoy en día, si los escritores cumpliesen la ley no hubiésemos tenido el placer de leer algunas de las mejores obras de Cervantes, porque hubiesen tenido que dejar de escribir. Ejemplar ejercicio de imaginación. Periodismo especulativo en toda regla. Yo prefiero pensar que gracias a tener una pensión y unos ingresos fijos todos los meses, Cervantes hubiese seguido escribiendo y nos hubiese dado no sólo esas obras, sino muchas más, renunciando o donando sus derechos de autor, y continuando con su labor. Porque ya lo dice Manuel Longares “No quiero más dinero, sólo que me dejen vivir y escribir en paz”. Es más, Cervantes, hombre de bien y patriota, hubiese salido en defensa de su país y en contra de aquellos compañeros de profesión que mezquinamente quieren aprovecharse de él.

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