Por Mario Martín Lucas
Hay una letanía que se repite desde los tiempos de la transición política española, según la cual es bendecido con el poder político quien gana el “centro”. Así las fuerzas hegemónicas que se han alternado en la gobernanza han ido acercando tanto sus posturas que, por momentos y épocas, eran difícilmente identificables entre sí, a la vista de sus políticas, y perfectamente intercambiables.
El crecimiento económico en España desde los años 80 del siglo XX, cierto e incuestionable, aún con desigual reparto social, corrupción aparte, propició una amplia clase media que se fue identificando con ese espacio social de centro, con los sutiles matices de centro izquierda moderado o centro derecha moderada, pero la crisis económica y la forma en que se afrontó hizo que las consecuencias afectaran especialmente a esa clase media, que sufrió despidos, como ajustes laborales, bajadas de sueldos, recortes en sanidad, educación y dependencia, además de una carga fiscal injusta, totalmente apalancada sobre las rentas del trabajo, que hizo que las protestas sociales se fueran apoderando, primero de las calles, para ahora llegar a ocupar una parte importante de la representación parlamentaria.
¿Qué otra cosa podrían representar los 3.579.163 votos perdidos por el PP entre 2011 y 2015? ¿O los 1.443.187 votos perdidos por el PSOE? Evidentemente en el caso popular se intuye que son votos expulsados de esa, antes confortable, clase media, identificada con la moderación de centro, y en el caso socialista su perdida, presumiblemente, se sitúa por la izquierda. Es evidente que las posiciones de la sociedad se han radicalizado, pero es que el sufrimiento ha sido mucho, aplicado con gran desigualdad y coincidiendo con unos niveles de corrupción nunca vistos hasta ahora, protagonizados esencialmente por la representantes de la formación política en el Gobierno mientras exigía recortes y ajustes, justificando que los españoles, en general, habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.
El actual secretario general del PSOE, ante el enrocamiento de Mariano Rajoy y el silencio de todo el PP, ha aceptado el reto de intentar formar gobierno, días después de que líderes territoriales de su partido le cuestionasen la posibilidad de establecer una coalición con Podemos (Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara, Javier Fernández, etc…) al calor de ingentes manifestaciones públicas, en el mismo sentido, de “notables” exdirigentes, y la pregunta que cabe hacerse es, en este momento, qué sería peor para las posibilidades futuras del PSOE: ¿El pacto con Podemos o un posible acuerdo de Estado en alguna de las distintas formas, con Ciudadanos e incluso el PP?
La respuesta a la pregunta anterior evidentemente no es fácil y atreverse con un pronóstico sobre ello entra dentro de la política ficción, pero parece tener bastantes similitudes con el caso ocurrido con el PASOK en Grecia. El partido socialista heleno gobernó en varias ocasiones durante los años 80 y 90 del siglo pasado, para ir perdiendo paulatinamente apoyo y caer a la tercera posición en las elecciones de 2012, tras las cuales entró en un gobierno de coalición con Nueva Democracia, partido conservador griego, en lo que se llamó un pacto de Estado por el bien de Grecia, que terminó por reducir al PASOK a una fuerza marginal en la escena política helena, habiendo quedado en sexta posición, con el 4,7% de los votos, en las elecciones de 2015.
Nadie escarmienta en cabeza ajena, pero lo primero que debería hacer el PSOE es conectar con la franja social que siempre ha estado entre sus militantes y simpatizantes, reconociendo que gran parte de los apoyos que ha sabido captar Podemos provienen de su caladero habitual de votos, repasar lo que ha pasado para que ello suceda sería un interesante ejercicio, más allá de lo que manifieste quien fue el líder más transformador de la historia de la política democrática española pero, que hoy, opta por conservar lo que tiene.
Los mensajes de la sociedad parecen bastante alejados de lo que se oyó, a través de las filtraciones sonoras, en el Comité Federal del PSOE del pasado lunes, donde parecieron percibirse demasiados intereses cortoplacistas, en clave de territorios, y alguna ambición poco disimulada, encaminada a protagonizar un “cambio” para que todo permanezca igual, por cierto, que lo que lleva pasando en Andalucía demasiado tiempo, caso ERE’s incluido.
¿Le servirá al PSOE el ejemplo del PASOK? En unas semanas la solución.