Por Manuel Jesús Overa Zamora

En el año en el que se ha destapado la corrupción del cine español, millones de euros robados de las arcas pública a modo de subvenciones que parecen no importarle a nadie, ese cine llenó mitineros en el que por menos de ser granate casi “rojo” parece que te dejan fuera del club. Esos cineastas forrados hasta las cejas, con casas en Miami, yates en la playa, trajes de miles de euros y tan maltratados por la derecha fascistoide española. Esos cineastas que han conseguido que el Sr. Iglesias haga lo que no hace para visitar al Rey, y este Iglesias paladín contra la corrupción, contra la corrupción de todos menos la suya o la de sus amigos para los que se viste de gala. Estaba ahí “el Iglesias” con su amigo Facu Díaz, imputado por humillar a las víctimas de terrorismo y no estaba precisamente para denunciar la corrupción del cine con su camisa de Alcampo y su magnífica dialéctica.

Y es que esos son sus amigos, esos y los independentistas con los que va de la mano y copia sus mensajes y los “ciudadanos vascos”, cuyo delito es poco más que ser revolucionarios, ese Alnardo Otegui para el que pide la libertad por ser artífice de la paz, esos “ciudadanos vascos” que quiere excarcelar por considerar que es lo propio de una democracia, a la vez que en e parlamento europeo vota en contra de la libertad de los presos políticos venezolanos encarcelados por recibir más votos de los que el régimen quería.

Un día antes, ese mismo fin de semana, unos padres que llevaron a sus hijos a ver una obra de títeres vieron a dos titiriteros representar una obra catalogada para todos los públicos donde se matan monjas, se ahorcan jueces y haciendo gala de la “sátira” y “la libertad de expresión” sacan una pancarta con un gora-alka ETA. Y como no había ningún político trabajando porque estaban de “finde”, España funcionó como un país normal, y unos padres indignados y asombrados por lo que estaban viendo llamaron a la policía que a su llegada y tras escuchar el testimonio de los padres y ver la pancartita de la discordia, los detiene, los lleva hasta el juez y el juez que ve indicios delictivos los manda a prisión preventiva hasta esclarecer los hechos.

Con una velocidad impropia de los políticos, al escuchar la noticia, la Sra. Celia Mayer va corriendo a interponer una denuncia contra los titiriteros y da un comunicado público que dice literalmente: De manera contundente y rápida la paralización inmediata de la obra, en segundo lugar, la demanda que hemos interpuesto en los juzgados y en tercer lugar el cese de quien tiene la responsabilidad política directa de esa contratación que son los programadores.

Parece que sí, que los programadores de la obra son políticos con responsabilidad. Pero bueno, obviando este hecho, llega el Soviet Supremo, sí, ese, el de la coleta, y se le ocurre la idea de defender a los titiriteros. Y es entonces cuando aparece ya en acción esa abuela justiciera, Carmena, esa señora entrañable que defiende a los indefensos, deshauciados y parados mientras no sea su marido el que los deja en la calle. Esa abuela justiciera que aprovecha su conocimiento de la ley para realizar un alzamiento de bienes a favor de su marido, esa defensora de los obreros capaz de cancelar un crédito hipotecario de 490.000€ de un solo pago y siguiendo las órdenes del SS, con su tono de ancianita de cuento, de abuelita entrañable que espera a sus nietos los domingos con su plato de comida favorita en la mesa. Ella como juez debería haber demandado a su marido por dejar a todos sus trabajadores en la calle con una mano delante y otra detrás.

Y justo después, se pone en marcha toda la maquinaria “progre”, La SER, la mal llamada SEXTA que debería llamarse SECTA, sí, esa cadena que quiere engañarnos diciendo que es plural por llevar a Marhuenda o Inda a todos sus programas, como si no supieran que esos dos dan más votos a Podemos que el propio Pablo Iglesias, esos medios impulsados por el PSOE que ante la posible pérdida del poder social demócrata corren al grito de “maricón el último” a apoyar al SS, no vaya a ser que les arrebate el poder y se queden sin chiringuito. A defender la “libertad”, con titulares tan simplificados que rozan lo absurdo como “encarcelados por una obra de teatro”. (Quiero aquí romper una lanza, diciendo que los titulares de los medios conservadores eran igual de simplistas aunque en la dirección contraria).

Total, y esto ya si que es lo mejor de lo mejor, la concejala Celia Mayer, a la una y media de la mañana, pone un tuit diciendo que hay que quitar la denuncia que ella misma había puesto, la que ella misma puso a velocidad supersónica cuando se enteró de la noticia. Claro, como ha visto que había cambiado la orden del Soviet Supremo ahora ya no hay que ser duros con los titiriteros, hay que se duros con el juez.

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