Por Mario Martín Lucas

Hay momentos en los que tenemos la sensación de haber estado ya en ellos, de haber escuchado las mismas cosas o de haber asistido a los mismos acontecimientos, es una experiencia a la que los franceses se refieren como “dejá vu”.

Esperanza Aguirre nos ha generado a todos esa misma sensación en estos días, con su segunda dimisión. El 17 de septiembre de 2012, anunció públicamente su retirada de la primera línea política, pero incumplió su anuncio y su promesa, y volvió para presentarse como candidata popular a la alcaldía de Madrid en 2015, porque, según dijo, tenía el viejo sueño por cumplir de ser la “alcaldesa de su pueblo".

Siempre presumió de su “liberalismo”, que se reveló pensado en clave de “amiguetes”, con una evidente voluntad de poder, lleva instalada en despachos públicos y coches oficiales desde hace 33 años, cuando ocupó un puesto de concejal en el Ayuntamiento de Madrid, desde entonces ha sido ministra de Educación, presidenta del Senado y presidenta de la Comunidad de Madrid, sin dejar huella en forma de obra a recordar por sus aportaciones, aunque si se recordará la forma en la que accedió a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, “Tamayazo” mediante, en uno de los momentos más oscuros de la historia democrática de España.

Su forma de ejercer el poder ha estado más cerca del absolutismo que de cualquier liberalismo, y pocas cosas lo ponen tan en evidencia como el texto del sms que Ignacio González envió a Miguel Blesa, el 18/07/2007, que forma parte de la documentación conocida como ‘Blesaleaks’: “ …me dice la Jefa q si tienes q poner 2 consejeros de la caja en Iberia, y uno es ejecutivo de la caja, q el otro sea Mercedes Rojo. Estoy en desayuno con Mariano y luego te llamo”; la ínclita Mercedes Rojo había sido secretaria de Aguirre, e impuso su nombre hasta conseguir que fuera nombrada consejera de Caja Madrid, a pesar de su nulos conocimientos financieros, en una demostración del concepto de meritocracia de la “cazadora de talentos”.

Pero el absolutismo de la lideresa también llegó para que su fiel Beltrán Gutiérrez Moliner, ex gerente del PP de Madrid, tan cercano a ella, que parecía más un guardaespaldas o el asistente personal a quien depositar su bolso, también fuera nombrado miembro de la asamblea de Caja Madrid y beneficiario de “Tarjetas Black”.

Si algo ha quedado claro a lo largo de los años de gestión de la Sra. Aguirre es su querencia por los nombramientos, por eso no sorprende su paso como “cazatalentos”, si bien su criterio no incluía la meritocracia de la que tanto ha presumido, si no que los nombrados fueran parte de sus “propios”, que de alguna manera es otro rasgo de su particular liberalismo: patrimonializar lo público en beneficio privado, supeditando el interés de todos, al interés de unos pocos y cercanos. Lo ocurrido con Caja Madrid, el Canal de Isabel II, Telemadrid o los más de 100 millones de euros evaporados en la “Ciudad de la Justicia”, lo ponen negro sobre blanco.

Su histórico enfrentamiento con Gallardón; su visualización como contrincante de Rajoy, dentro del PP, desde el Congreso de Valencia en 2008; su huida de la policía municipal tras aparcar en plena Plaza del Callao; la actividad “lobista” de su marido, Fernando Ramírez de Haro, mientras ella desempañaba cargos públicos; su oscurantismo sobre sus ingresos privados en la actividad de “cazatalentos” en “Seeliger & Conde”, que compatibilizaba con su cargo orgánico en el PP, etc… son episodios que no llegan a oscurecer el tema principal que, voluntariamente o no, ha marcado su gestión, al que se refirió en su más famosa frase: “¡Yo destapé la trama Gürtel!", dicha en abril de 2010 en el parlamento regional madrileño, para asombro general.

Sí, lo quiera, o no la Sra. Aguirre, la corrupción ha marcado su paso por la Comunidad de Madrid y su presidencia regional del PP madrileño. Los casos “Gürtel” y “Púnica” han sido protagonizados por colaboradores cercanos, nombrados por ella. Dice la lideresa que ella “…ni sabía, ni vio, ni autorizó nada sobre corrupción en Madrid”, pero la lista de los imputados e investigados próximos a ella es inacabable, empezando por quien fue su consejero de Presidencia, Justicia e Interior y secretario general regional, Francisco Granados, o su propio sucesor y delfín, Ignacio González, además de Alberto López Viejo y otros muchos más.

Más allá del “chelismo” y “casticismo” de Esperanza Aguirre, con mensajes sencillos y simples, que le sirvieron durante años para conectar con unas amplias bases de votantes, la irresponsabilidad a la que apela sobre la corrupción vivida en el entorno regional y político que ella ha dominado durante años no supera los mínimos controles de calidad democráticos y exigibilidad. Háganos un favor, Sra. Aguirre, y que esta dimisión sea la definitiva, vuelva a sus actividades privadas o familiares y cuide de sus nietos; aunque mucho me temo que aún habrá una tercera dimisión, su historia aún no ha escrito su último renglón…¡estaremos atentos!

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