Con o sin ti (with or without you) es el estribillo de una conocida canción del grupo británico U2 que viene al hilo de la dramatización del Brexit en el último Consejo Europeo de Bruselas. Londres, en función de sus apetencias gubernamentales, ha pretendido alterar las reglas del juego europeo en vez de aceptarlas y de profundizar en ellas. Con ello se ha podido desandar el camino recorrido hasta ahora con gran esfuerzo e importantes concesiones, y despojar a la UE de su matriz política. Lo realmente grave ha sido que el pulso del Reino Unido a la UE ha podido condicionar aún más el futuro de Europa en vez de explorar un acomodo en el proceso de construcción, como finalmente se ha hecho.
Downing Street propuso estar a medio gas en la UE y ampliar su margen de influencia, algo que carece de lógica política y, más aún, en el horizonte del referéndum sobre la permanencia en la UE, previsto para finales de junio. El Reino Unido ha ganado parcialmente la batalla en Bruselas, porque se sientan las bases de un peligroso precedente que puede ahondar la brecha del debilitamiento político-institucional y frenar el proceso creador de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa, como recoge el artículo 1 del Tratado de la UE. Y se empobrece el espíritu de la Unión como comunidad de derecho.
Reino Unido ha introducido la discriminación en lo referente a empleo y condiciones laborales en función de la nacionalidad
El Estado de la sempiterna excepción europea, que llamó hasta tres veces a la puerta para su ingreso en Europa, ha abierto la discriminación por razón de la nacionalidad en lo referente al empleo y las condiciones socio-laborales. En cierto sentido, la UE ha mirado para otro lado por mantener al Reino Unido en el proyecto europeo y ha rebajado a 7 años esta condicionalidad, aunque el acuerdo parece ignorar que esa discriminación contraviene la Carta Europea de Derechos Fundamentales y que lo acordado esta semana en Bruselas deberá pasar aún el filtro del Parlamento Europeo y, en última instancia, el del Tribunal Europeo de Justicia, pues los europeos no queremos ser extranjeros en Europa.
Afortunadamente, Bruselas ha cerrado el paso a que el Reino Unido condicione también el desarrollo de la Unión Económica y Monetaria, lo que facilita una mayor integración de la eurozona. Y como he mantenido en los últimos años, podría permitir a la eurozona avanzar más rápidamente en procesos de integración política, fiscal y económica; es decir, el Brexit puede ser una oportunidad para abrir la puerta a una Europa de dos velocidades, donde los Estados euroconvencidos podrían acelerar el ritmo de integración.
Esto incidiría también en el fortalecimiento de las instituciones europeas y en la creación de otras nuevas y, lo más importante, se abandonaría el impasse permanente en el que ha estado inmersa la UE en los últimos años. Y permitiría superar el pesimismo y las dudas que han puesto de relieve que la vieja Europa tiene dificultades para renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Desde esta perspectiva, Europa puede ganar el espacio perdido en la comunidad internacional, afrontar la globalización sin complejos y recuperar su papel de actor global.
David Cameron es consciente de que el estatus de Londres como principal centro financiero de Europa es inviable fuera de la UE
David Cameron ha forzado la máquina en un momento de debilidad político-institucional, pero es consciente de que el estatus de Londres como principal centro financiero de Europa es inviable fuera de la UE; sabe que el Reino Unido necesita 140.000 inmigrantes-año para mantener los costes de una población envejecida y que la salida causaría un gran impacto en la inversión y el comercio a ambos lados del Canal de la Mancha, así como asimetrías y tensiones en materia de política exterior y de defensa.
Con el Reino Unido en la UE y las perspectivas favorables de permanencia que apuntan los sondeos sobre el referéndum se clarificará un poco más el panorama europeo y podremos vivir en una Europa más articulada e integrada, y con mayor influencia en el mundo.
***Miguel Ángel Moratinos es exministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación
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