Por Fernando Medina



El Pacto de El Abrazo PSOE–Ciudadanos ha recibido muchos calificativos negativos por parte del resto de las fuerzas políticas, y lo que es más sorprendente, de los columnistas y opinadores de los principales medios de comunicación. Términos como decepcionante, suicida, incoherente, insuficiente, teatrero o traidor han presidido numerosas tertulias, editoriales y ruedas de prensa.

Decepcionante porque se esperaba un acuerdo más numeroso que garantizara la posible investidura del candidato a la Presidencia; suicida porque a tenor de muchos con este pacto Sánchez no conseguirá ser presidente y ello atraerá como la sangre a los tiburones a quienes claman venganza y esperan en su propio partido el batacazo del joven candidato; incoherente porque según muchos, el acuerdo se basa en un programa de gobierno demasiado a la derecha para PSOE y demasiado a la izquierda para Ciudadanos; insuficiente porque dicho programa no está lo suficientemente a la izquierda para Podemos ni lo suficientemente a la derecha para el Partido Popular; teatrero porque la escenificación propia de los pactos de la Moncloa sobraría teniendo en cuenta que ni de lejos el acuerdo garantiza mínimos visos de pasar la criba de las sesiones de investidura en primera o segunda convocatoria; y traidor, porque Podemos considera que el juego a dos bandas con acuerdo inesperado fue una afrenta, el PP porque el PSOE le roba un aliado que presumía propio, y Ciudadanos porque sus votantes no se esperarían tal alianza por la izquierda.



Comprendo que la idiosincrasia del emocional y dramático carácter patrio nos lleve a estos extremos, pero no debemos dejarnos tomar por gilipollas. No sé qué final nos espera; quizá vayamos a nuevas elecciones, como muchos pronostican, quizá Mariano se salga con la suya y envíe al precipicio a Sánchez, o quizá el PSOE se guarde todavía el as de Podemos en la manga. Pero de lo que no me queda duda es de que Pedro Sánchez y Albert Rivera han hecho una jugada interesante, de Política de altura. Sánchez ha enviado un mensaje claro a los detractores de un pacto con Podemos, y es que va a hacer todo por posibilitar una Coalición de Centro presidida por él y que garantice la integridad territorial. Si ello no sale adelante, será por culpa de Mariano Rajoy, de la aritmética Parlamentaria o del sursum corda, pero ya nadie podrá toserle si se sienta de nuevo a negociar con Podemos. Rivera dice claramente a Rajoy que la canción de las mayorías y de la lista más votada ya no cuela. Ahora, con su sí a Sánchez, ya son 130 diputados frente a 123 los que ofrecen claro apoyo a un candidato a la Presidencia, así que la pelota de la gran coalición está de nuevo en el tejado de los populares; y si en esta gran coalición Rajoy no fuera Presidente sería porque él mismo renunció al guante que le ofreció el Rey. Pero además, los firmantes del pacto han mostrado ser grandes estrategas políticos ya que el acuerdo puede ser lo suficientemente atractivo a Partido Popular y Podemos como para posibilitar que cualquiera de los dos se siente a la mesa de negociaciones, y para que entre todos tuneen el acuerdo y nos ofrezcan como producto final el gran Pacto de Estado que permitiría la gobernabilidad de España.



El 20 de diciembre de 2015 los españoles no hemos pedido a los políticos que gobierne uno u otro partido. Lo que hemos solicitado a sus señorías es que hablen, que negocien, que hagan mutuas concesiones, que se entiendan, que se bajen de sus respectivas burras, que se controlen entre todos, y que nos gobiernen con un programa coherente y motivador para todo el país y para quienes nos observan e interactúan desde fuera. Esto no es nuevo en algunas democracias del viejo continente, y me refiero en concreto a Dinamarca, donde la estratificación parlamentaria de Borgen es tal que el país puede a menudo parecer ingobernable, peor a pesar de ello siempre surgen acuerdos imposibles. Ello es fruto de una madurez política y democrática que va más allá de egos y de presumidas coherencias totalitarias con los principios partidistas.

En política no existen verdades absolutas. Eso es lo que una democracia madura entiende. En España lo hemos manifestado en la ultima cita con las urnas, quizá inconscientemente, pero sólo dos líderes parecen haberlo comprendido. Y nosotros, erre que erre los ninguneamos vilipendiando su trabajo. Quizá la madurez democrática de España se haya quedado en la primera transición, y no nos hayamos dado cuenta de que en la segunda debiéramos ser aún más maduros. No creo que el miércoles o el viernes próximo tengamos Presidente, pero espero que los que voten no se lo planteen antes de que en Mayo su Majestad convoque nuevas elecciones. España sigue sin Gobierno eficaz, por tenerlo agotado y en funciones, y en Abril tenemos que responder a la troika de 10.000 millones. A madurar se ha dicho. Y como dice el otro, rapidito que es gerundio.

@fermedon

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